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Ordesa - Taillón - Cotatuero (Huesca)

José María Gómez nos relata una ruta en los Pirineos
realizada junto con sus amigos Carlos y Vincent
Llevaba ya algún tiempo con ganas de conocer las famosas clavijas de Cotatuero, en gran parte motivado por los aterradores relatos que circulan por Internet, y por la lucha de lo racional y lo irracional que ello supone para quien se confiesa víctima del vértigo. Y, sin duda, las palabras desmitificadoras de Ángel, siempre un referente en la montaña, me decidieron a ponerme manos a la obra.

Propuse el plan al incondicional Vincent, que aceptó sin dudarlo aun a pesar de que quince días antes nos habíamos perdido por la Sierra de Ayllón y, cuando a la una de la madrugada llegamos a los coches, pensé que nunca más volvería conmigo. Carlos era el otro candidato perfecto: la semana anterior había demostrado un espíritu de hierro en los Picos de Europa y no sé por qué pero algo me dice que en el futuro juntos afrontaremos grandes retos.

José María en las clavijas de Soaso, camino de Góriz.
Salimos de Madrid el s�bado 30 de abril a las 14:15 tras algún contratiempo por los olvidos de Vincent que después de 15 kil�metros record� que no había cogido las botas. El viaje hasta Torla resultó muy cómodo: poco tráfico y buena compañía. Carlos y Vincent no se conocían y me preocupaba que no encajasen, pero nada más lejos de la realidad.

Durante el camino llamamos al Refugio Góriz para acabar de perfilar la ruta. Nos informan de que hay nieve blanda por encima de los 2.300 - 2.400 metros, que las clavijas de Cotatuero están despejadas pero que no se recomienda el paso por las fajas de Las Flores y Coma Barrau por peligros de desprendimientos. Con esa información trazamos la ruta definitiva con la tranquilidad de que podemos intentar subir esa misma tarde hasta Góriz sin riesgo de encontrar nieve si se hace de noche.

Después de un bocata rápido a medio camino, llegamos a Torla a las 19:30, nos tomamos un café en el pueblo y subimos al aparcamiento de la Pradera de Ordesa (1.320 m.). Es el momento de preparar las mochilas y cada cual se dedica a la suya surgiendo las dudas de siempre sobre qué necesitaré tener más a mano y qué no voy a necesitar. Al final no hay manera de acertar, así que mejor no perder demasiado tiempo. El cielo está despejado y la temperatura es sorprendentemente alta (unos 23º) pero nunca se sabe cómo caerá la noche y, además, para el domingo se anuncia cambio del tiempo.

A las 20:30 iniciamos la marcha hacia la Cola de Caballo y luego al Refugio Góriz, un clásico del Parque de Ordesa con un desnivel de 875 m. y un tiempo estimado de marcha de cuatro a cuatro horas y media que nos asegura que la mitad del camino la vamos a hacer de noche.

La ruta hasta la Cola de Caballo no plantea dificultad alguna. Transcurre toda ella por el Valle de Ordesa, flanqueado a ambos lados por sobrecogedoras paredes de piedra caliza que alcanzan los 1.000 metros de altura, y acompañados todo el tiempo por el río Arazas que baja con gran estruendo mostrándose imponente en las cascadas de Arripas y Chordonal así como en las Gradas de Soaso. El camino muy bien marcado se adentra al principio por un bosque que progresivamente se va abriendo según vamos avanzamos por la Ribereta Arazas hasta dejar paso a una despejada pradera que remonta las Gradas de Soaso y alcanzan el impresionante Circo del mismo nombre. Las ganas contenidas y la entretenida conversación, junto con lo ajustado del horario, hace que no prestemos la atenci�n debida a un paisaje de sorprendente belleza.

Domingo al amanecer. Comprobamos la ruta.
Cuando a las 22:45 alcanzamos la Cola de Caballo (1.760 m.), ya es totalmente de noche y hay que decidir si subimos directamente por las clavijas de Soaso o si tomamos la opción más conservadora del Camino de los Machos. El voto unánime por las clavijas pone de manifiesto la homogeneidad del grupo y su comedida inconsciencia. Esta opción nos asegura un ahorro de al menos media hora y un poco de emoción, que siempre es bienvenida.

Tras superar las clavijas, recordábamos del a�o pasado los hitos bien marcados de la Senda Pirenaica (GR-11), pero la noche cerrada añade singular dificultad a esta parte del trayecto y hace que por error nos desviemos hacia la Grau dera Balle, hasta que percatados del error recuperamos la senda perdida. Siguiendo un itinerario en pendiente, en poco más de media hora entre anécdotas y aventuras, el camino nos deja al pie del Refugio Góriz (2.195 m.).

Son las 00:15 y hay que elegir dónde plantar las tiendas. Al mirar alrededor te das cuenta del lugar extraordinario en que te encuentras: el cielo despejado plagado de estrellas que arropa una gran planicie presidida por el refugio y rodeada de las luces tenues de los iglúes adormecidos. Dejando a un lado el bucolismo, Carlos y Vincent se ponen a montar las tiendas, y yo echo mano del hornillo de alcohol para empezar a preparar la cena. De primero hay sopa china de noodles acompañada de fuet de trufas y salchichón de nueces, recuerdo de la última visita de Vincent a la Provenza. De segundo, cintas de pasta con salsa de queso a las finas hierbas: abrir el sobre, verter en agua caliente y el perol calentito que empieza a pasar de mano en mano para que cada uno haga lo propio. Después, diez minutos escasos de conversación y al saco con Morfeo.

El domingo nos despertamos a las 7:30 con un día despejado y rodeados de neveros. Al Sureste se puede ver perfectamente la parte superior de la sorprendente hendidura de origen glacial que forma el Valle de Ordesa, y al Nordeste las hileras de excursionistas que inician la marcha hacia el Perdido. A nosotros todavía nos queda una hora y media de preparación de mochilas, recogida de tiendas y desayuno. Entre tanto, un grupo de madrugadoras muy bien preparadas nos pregunta por el camino al Taillón. Curiosamente nosotros tambi�n íbamos a seguir esa ruta durante unas horas, así que confiamos en alcanzarlas a lo largo de la mañana. Sin embargo, las chicas estaban preparadas en todos los sentidos y no volvimos a saber de ellas.

Vincent y José María camino a la Faixa Langa.
Para esta jornada teníamos prevista una ruta hasta la Brecha de Rolando (2.807 m.) y vuelta al aparcamiento de la Pradera de Ordesa por los Llanos de Narciso y el temido Circo de Cotatuero. En total estimábamos de siete a siete horas y media de camino, con una subida moderada de 615 metros y bajada de 1.490.

A las 9:30 nos despedimos de la Punta Tobacor que nos había estado vigilando mientras dormíamos e iniciamos la marcha por un sendero bien marcado en dirección Noroeste que poco a poco va ganando altura ciñéndose a la Faixa Langa. Progresivamente va aumentando la nieve hasta que, a partir de los 2.450 metros se deja de ver la roca. A las 10:30 llegamos a la Planeta Descargador (2.457 m.), Vincent está muy fuerte y Carlos nunca ha dejado de estarlo. Todo el camino va echando mano del bolsillo instalado ad hoc en el cinturón de la mochila lleno de frutos secos y pasas ("la gasolina" como él dice). Vincent aprovecha y de vez en cuando le rapiña una ración.

A las 11:00 alcanzamos el Morrón de la Espluca (2.600 m. aprox.), delante y detr�s de nosotros van peque�os grupos que aparentemente siguen la misma ruta. A mí me est� costando mucho la subida y desde hace más de media hora las tripas no dejan de protestar, as� que decido atacar a las sardinas en lata. Carlos, que es un amateur con conocimientos profesionales de nutrición, intenta convencerme del error con nosequ� argumentos de que el cuerpo ahora no necesita proteínas sino glucosas, pero a mí la barriga me pide sardinas. Así que propongo una parada técnica que es bien recibida. Yo ataco al pez, que resulta mano de santo, mientras Vincent y Carlos se atiborran de barritas energéticas.

José María y Carlos. Cota 2.500m.
Seguimos subiendo, ahora en dirección Norte entre nieve abundante y muy blanda y cada vez con más pendiente. Vamos siguiendo una huella bien marcada por el borde de una inmensa hoya blanca con fuerte pendiente y que nos obliga a ir con cuidado y a echar mano de los piolets. Finalmente alcanzamos una pared vertical de unos cien metros de altura, prolongaci�n de la Faixa os Sarrios que se extiende en dirección Este - Oeste y cuya línea de cumbres marca la frontera entre España y Francia. Pegado a la faja por el lado aragonés va el angosto camino que con una leve pendiente nos llevará hasta la Brecha de Rolando. Hay un tramo más expuesto de la senda que está equipado al efecto con un pasamanos, allí nos cruzamos con otro grupo que nos advierten del riesgo de peque�os aludes: las cumbres sobre la faja están cargadas de nieve que se está derritiendo por la alta temperatura, lo que supone un incesante goteo a lo largo de todo el camino a la Brecha con posibilidad de pequeños desprendimientos.

Continuamos la huella pegados a la faja y a las 12:00 llegamos a la famosa Brecha (2.807 m.), impresionante hendidura de 70 metros de altura que comunica con el lado francés y que traspasa un fuerte viento. Cuenta la leyenda que venía Rolando, exhausto, perseguido por los moros tras luchar contra ellos en Zaragoza y que viendo que le iban a dar captura lanzó su espada Durandarte que sesgó el aire y abrió una brecha por la que Rolando pudo ver Francia por última vez.

Brecha de Rolando.
Ante la vista del país vecino, cada uno saluda como considera más conveniente y, viéndonos con fuerzas, decidimos continuar camino al Taillón. Para ello, seguimos la senda pegada a la misma faja, que aquí se llama Pared de Picalayuala, cruzando a la otra vertiente por la Falsa Brecha, bordeando el Dedo y ascendiendo por una cornisa azotada por un fuerte viento que con dificultad nos va a llevar hasta el Taillón (3.146 m.). Carlos hace cima a las 14:00 y Vincent y yo a las 14:15. El tramo desde la Brecha hasta el Taillón deberíamos haberlo hecho en una hora y cuarto y sin embargo nos ha llevado algo más de dos horas. El tiempo está cambiando, ya no se ve el sol y hace bastante frío, así que decidimos bajar nuevamente a la Brecha y comer allí al resguardo de la inmensa pared de piedra.

A las 15:30 reanudamos la marcha; delante de nosotros se extienden las Planas de Narciso absolutamente abarrotadas de nieve, que debemos atravesar para alcanzar después la Plana de Mondarruego y las temidas clavijas de Cotatuero. Pendiente abajo avanzamos con bastante rapidez y en un momento dado decidimos atajar saliéndonos de la huella que traíamos cuando subíamos. La nieve está blanda pero se progresa muy bien y con seguridad.

Llegado un momento y a escasos 1.000 metros de las Planas de Narciso, alcanzamos una peque�a pala de nieve que cubre una pared de piedra helada, de unos dos metros y con bastante pendiente. En ese momento voy de primero e intento pasarla trepando en vertical con ayuda del piolet pero en una de las brazadas la piedra vence, la hoja del piolet se suelta y me clavo el regat�n en la pierna.

Faja Cotatuero.
Al final ha pasado lo que nunca crees que va a pasar, tienes un accidente y no sabes si eso te va a impedir continuar. Carlos y Vincent me colocan en un lugar seguro y empiezan a vaciar mi mochila. Por un momento pienso que se apropian de mis pertenencias y me dejan all�, pero enseguida me aclaran que me están descargando de peso (¡menos mal!). Al rato la pierna deja de sangrar, puedo ver que es una herida punzante sin demasiada profundidad y al levantarme compruebo que aunque con un poco de molestia, puedo andar bastante bien. Carlos me deja uno de sus bastones y seguimos camino hacia las clavijas.

El paseo por la Plana Mondarruego (2.319 m.) es una maravilla y, aunque las fuerzas empiezan a flojear, Carlos se encarga de que el ritmo no baje. A medida que avanzamos, la nieve deja paso a grandes prados encharcados hasta llegar a la Faja de Cotatuero, último desnivel que debemos salvar antes de llegar a las clavijas. En este tramo el camino no está demasiado bien marcado, son las 19:15 y debemos darnos prisa si queremos llegar al coche con luz. Llegamos a un paso complicado con un salto de 20 metros y echamos en falta las cuerdas para montar un peque�o rápel. Vincent, como buen francés, decide darnos una clase de escalada a los espa�olitos y se descuelga el primero con agilidad pasmosa hasta asegurarse en un punto intermedio. Después le pasamos las tres mochilas con ayuda de unos anillos de cinta que casualmente llevábamos y así podemos bajar nosotros con m�s seguridad.

Superado el problema, seguimos andando por las idílicas praderas de la Ribereta Cotatuero (1.900 m.), atravesadas por el río que en su borde se despe�a formando el espectacular Churro de Cotatuero. La impresionante caída de agua por una pared de 600 metros forma una bruma en torno a la cascada que atravesada por los rayos del sol ofrece una bella postal de destellos oníricos. Mientras Carlos y Vincent no dejan de hacerse fotos, yo estoy lívido ante lo que se avecina así que les animo a que se dejen de sensibilidades y nos pongamos al asunto.

Vincent pasando las clavijas de Cotatuero.
El famoso paso est� formado por 32 clavijas que discurren en dos tramos, uno primero horizontal y el otro en vertical. El tramo horizontal es más aéreo, pero desde hace unos a�os las clavijas han sido complementadas con un cable que da muchísima seguridad, así que pensando en el arrojo del herrero que a principios de siglo decidió montar las clavijas, no tengo yo valor de echarme atrás. Los tres pasamos con mucha agilidad, e incluso encontramos entre medias el momento de hacernos unas fotos para inmortalizar el gran logro.

Desde ahí, sólo nos queda una hora y media de bajada por un escarpado camino en zigzag que rápidamente va perdiendo altura a lo largo del Circo de Cotatuero. Carlos, una vez m�s en cabeza, castiga al equipo con un ritmo exigente y finalmente a las 21:30 llegamos a la Pradera de Ordesa justo en la bifurcación donde se encuentra la imagen de la Virgen del Pilar, que nos da la bienvenida.

Hemos superado la prueba, en 25 horas hemos conseguido hacer la ruta completa y ya sólo queda volver a casa para contarlo, no sin antes pasar por un buen restaurante para celebrarlo.

José María Gómez (15 de mayo de 2005)

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