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Subiéndonos
por las paredes
Crónica de una tarde de escalada con Javi y Félix
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El lunes a las cuatro de la tarde con el rico calor propio de estas
fechas y latitudes, estuve con F�lix y Javi en la "Placa del
Emilio", frente a los chalecitos de El Tranco de La Pedriza.
Los rayos del sol rebotaban sobre las rocas, que era una bendición,
y uno no llega a comprender cómo no están más
morenas. Las lagartijas y saltamontes, que sin duda deben poseer un
índice de inteligencia y sentido común muy superior
al nuestro (lo cual no es decir mucho), se ocultaban en lo más
profundo de cualquier grieta buscando algún leve vestigio de
frescor y humedad. Me pregunto a menudo si somos extraordinariamente
recios o extraordinariamente gilipollas.
Venimos comprobando últimamente que tenemos una habilidad especial
para encontrar todos los caminos excepto el que nos interesa en un
momento dado, así pues, subimos y bajamos por el mismo sendero
un par de veces o seis. El buitre apostado allá arriba en su
nido, nos miraba con curiosidad preguntándose probablemente
cómo se puede ser tan ceporro. El caso es que teníamos
delante y un poco más arriba la placa a donde íbamos,
y unas veces la veíamos desde la izquierda y otras desde la
derecha, según subíamos o bajábamos por el sendero
principal, pero el senderito de mierda que nos llevaría hasta
ella, se ocultaba tenazmente a nuestros ojos. Como somos gente porfiada
y tenaz al final dimos con él y entonces nos pareció
mentira no haberlo visto antes. En fin, suele pasar.
Las vías comienzan en una especie de pasillo a media altura
de la ladera, donde crecen unos arbolitos. Una vía comienza
con una curiosa veta vertical, de cuarzo. A su derecha hay otra vía
llamada "Cinco estrellas", que nosotros hicimos ayer. Es
una larga y estrecha fisura que recorre la pared desde la base hasta
la cima (al principio la fisura es un canalizo o chimenea tumbada).
Es una vía bonita y entretenida y superado un escollo de cierta
dificultad a unos cinco metros del suelo, prosigue la fisura pared
arriba. Para progresar es imprescindible empotrar los pies y hacer
fuerza de oposici�n con las manos. Yo, aprendiz al fin, a veces no
lo veía claro, y contemplé la posibilidad de bajarme,
pero me dijeron que ellos no me bajaban y que me buscase la vida si
quería descender. Espoleado por estas palabras de ánimo,
me aferré con las pestañas a la roca y cogiéndome
con la mano, un pie que se negaba a subir, lo coloqué mucho
más arriba en la grieta, lo cual me permitió un gran
paso y encontrar un nuevo agarre para las manos. Y así a lo
tonto fui progresando para mi pasmo y maravilla. Bastante arriba descubrí
que la cuerda se hab�a quedado atascada en una chapa a mi izquierda
y después de varios intentos fallidos por liberarla, clamé
ayuda a mis compa�eros, pero me dijeron que me friese un paraguas,
pues nada podían hacer ya que ellos no controlaban el cabo
atascado. Pues entonces me bajo, dije yo desde mi ridícula
posici�n, pues estaba en cuclillas sobre la roca como un arácnido.
Entorpecida mi dicción por mi lengua rasposa y seca como un
galgo en ayunas, ellos hicieron como que no me entendían. Dos
días despu�s de mantener esta posici�n, comprendí que
mis amigos no parecían particularmente inclinados a bajarme,
así que me abracé a la fisura de la roca con mi mano
derecha, como si pretendiera estrechar la cintura de Miss Universo.
Eché el cuerpo a la izquierda estirándolo cuanto pude
y cuando se me acabó el cuerpo seguí estirando el brazo
centímetro a centímetro hasta alcanzar la maldita chapa
y liberar la cuerda. Hoy he observado que la mano izquierda me llega
hasta la rodilla. Si no vuelve a su ser, tendré que cambiar
de chaqueta.
Poco después y ya superadas estas dificultades me creí
en la cima, pero todavía me quedaban como diez metros de felicidad.
Pataleé y vociferé que yo no quería ser tan feliz,
y que me bajasen. Ya has pasado lo más difícil, me dijeron
con voz neutra y desapasionada, lo cual quer�a decir: O sigues hasta
arriba o te mandamos un pijama para que pases la noche. Contento de
tener tan buenos amigos que me animaban de continuo, seguí
un poco más y llegué a la cima, feliz de haber culminado
el "Everest". ¡Qué bien me lo paso! ¡Y
qué poco me cuesta! Por cierto que el "primero" acabó
con las manos todas arañadas de los empotramientos, y los pies
doloridos. Para mi sorpresa y por mi suerte, a mí ni me dolían
los pies ni ten�a arañazos. Me preocupa si no estaré
progresando en exceso...
Pues eso.
Una cosa tengo clara, sin el apoyo moral de mis compañeros,
nunca haría estas cosas.
Ernesto Medina (11 de septiembre de 2006)
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