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Las sorpresas
nos amenizan la vida
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Esta mañana al bajarme de la cama me derrumbé con
estrépito sobre la alfombra que no tengo. Me sorprendió
esta circunstancia pues yo no suelo habitualmente derrumbarme sobre
casi nada, sobre todo porque no me gusta hacer ruido ni llamar la
atención. Observé con cierta sorpresa que me faltaba
la pierna derecha y se me ocurrió que quizá esto tuviera
que ver algo con mi derrumbamiento. En seguida caí en la cuenta
de que efectivamente esta circunstancia contribuía en buena
medida a mi inestabilidad. ¡Qué lata! dije para mí,
precisamente hoy que he quedado con los colegas en la Sierra para
una larga marcha. ¡Qué dir�n de mí cuando me vean
llegar de esta guisa!
- ¡Desde luego, qué descuidado eres!, el otro día
tan completito que estabas, y ahora nos vienes con estas. Aunque sólo
sea, deberías pensar en los niños. Esto puede afectarles
en su desarrollo psicomotriz. Alguien dijo que los niños son
muy sensibles, mucho más sensibles que los jabalíes
y las marsopas y el verte a ti de este modo no puede hacerles ningún
bien
- Pues ya lo siento, caramba. ¡Daros este disgusto!, al fin
y al cabo �a mí qué más me daba venir con una
sola pierna o con las dos? Si me apuráis, casi os diría
que prefiero las dos. ¿En qué estaría yo pensando?
¡Mira que no acordarme de los niños!
- Pues podías haberlo pensado mejor, ahora de nada vale lamentarse
- Bueno, si esto os va a costar un disgusto, me vuelvo a casa y cojeo
solo por el jardín...
- ¡Venga hombre! Para las ocasiones están los amigos,
te prometo que ni te empujaremos ni nada. Si acaso, alguna patada
en la pierna que te queda, pero muy de vez en cuando
- ¡Tenéis un corazón de oro, no sé qué
decir!
- ¡Pues, hala! no se hable más. Además, a medida
que entres en calor se te irá pasando. No es la primera vez
que te ocurren estas cosas. Te habr�s traído las muletas, ¿verdad?
- Sí, claro, no se puede ir por la vida sin muletas
- Y dime, ¿a qué puede ser debida esta singularidad?
¿Acaso cenaste demasiado?
- Pues ahora que lo dices, me pasé un poco con la ensaladilla
rusa
- ¡No me digas más!, los rusos tienen muy mala leche,
sobre todo los de la época de Franco. Entonces, los rusos siempre
tenían la culpa de todo. Que llov�a durante un partido de f�tbol
importante, no hab�a duda, la culpa era de los rusos. No me sorprendería
que exportaran ensaladillas con algún virus extraño
de acción rápida, con derecho de pernada, o sea que
pudiera hacer con tu pierna lo que quisiese...
- Pues yo personalmente lo achaco más bien a la influencia
onírica
- ¿La influencia onírica?
- Sí, ya sabes que hay sueños que parecen reales y al
despertar nos cuesta trabajo discernir entre el sueño y la
realidad. ¿Quién te dice que no estemos soñando
ahora mismo?
- No sé, no sé, yo te veo la misma cara de imbécil
de siempre y es cosa sabida que en los sueños todos parecemos
más guapos.
- Es verdad, entonces sólo me queda suponer que el sueño
ha sido tan intenso que sus efectos se han prolongado al estado de
vigilia.
- Si quieres te doy un par de bofetadas y salimos de dudas de si estás
dormido o no
- ¿Y por qué un par?
- ¡Hombre, por aprovechar la ocasión de darte dos castañas
gratis!
- Se me acaba de ocurrir que a lo mejor eres tú el dormido,
en cuyo caso deberías ser tú el receptor de las dos
bofetadas. ¿Cómo lo ves?
- Creo que deberíamos olvidarnos del asunto. Tenemos una marcha
por delante.
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Portalón
convento San Antonio. Dibujo de Domingo Pliego
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Y así gracias a la infinita comprensión de mis compañeros
pude hacer aquella marcha. Ocasionalmente un niño intentaba
serrarme una muleta, pero lo hacía sin mala intención,
sólo por hacer gracia y para que me cayera de vez en cuando
al suelo, escuchando así el grato sonido que haría mi
cr�neo al fragmentarse contra una roca. Sabido es que los niños
son un pozo de bondades. Luis, el chaval de los Lázaro, siempre
ávido de nuevas emociones y aventuras, se disfrazó de
gusano de la carcoma y trepó h�bilmente por mi muleta de madera
con el noble propósito de triturarla con sus dientes de acero,
pero yo barnicé el palo con zumo de limón para que le
diese dentera y enseguida desistió de su empeño.
María, su hermana, todavía era una niña hace
tres semanas y entonces tenía nombre de galleta. Ahora es una
niña gótica, en el buen sentido de la palabra, y cada
vez se parece más a la hija de Drácula, o a la prima
de Spiderman, con sus vestiditos negros hechos jirones
y sus adornos siniestros, tan bonitos. Me encanta. Sus facciones
pálidas y juveniles parecen reflejar
blancas nubes en una noche de luna. María nos observaba en
silencio a su hermano y a mí. En realidad el silencio es su
estado natural, pero las cosas que no dice son muy expresivas. Una
vez logró decir seis palabras seguidas y tuvieron que ponerle
inyecciones de filetes y permanecer en reposo dos semanas para recuperarse.
Luis se deshizo de su disfraz de gusano de la carcoma y abandonó
su proyecto de triturarme la muleta a corto plazo. Acto seguido se
puso el disfraz de hacer preguntas y me dijo con su ironía
caracter�stica:
- ¿Est�s haciendo como que no tienes pierna?
- Exactamente, se trata de un fenómeno de hipnosis colectiva.
Sólo tú, que estás llamado a grandes empresas,
te has dado cuenta
- Razón tiene mi padre al decirme ¡qué listo eres
Luisito!
- Y no te dice, ¡cómo te pareces a mí!
- Pues no, eso no, ya ves tu
- Bueno es igual, sigamos andando
Aquel día habíamos ido por una zona abundante en jaras
en la Sierra de la Cabrera frente al Cancho Gordo y los que llevaban
pantalón corto, que no eran pocos, pudieron disfrutar del contacto
directo de los jarales pringosos, las retamas y de las plantas aromáticas:
romero, tomillo, cantuesos con sus espigas de flores moradas y otras
cuyo cometido principal es pinchar las piernas de los excursionistas,
que vuelven a casa con un mapa completo de arañazos.
Dejamos a la derecha el Convento de San Antonio de cuyo hermoso portalón
hizo un bonito dibujo Domingo Pliego en 1981. Posteriormente el portalón
y otras zonas del convento fueron destrozados por alguna gentuza insensible
al patrimonio cultural y al respeto que merece semejante enclave.
Sin duda debieron criarse con alguna piara de cerdos, dicho sea con
perdón de estos simp�ticos y útiles animales.
Toda esa zona de Cancho Gordo, Cancho de la Cruz etc. tiene unas hermosas
crestas graníticas muy llamativas y unas atractivas paredes
que uno quisiera escalar a la velocidad de Dan Osman, aquel escalador
estratosférico. Yo incluso me conformaba con hacerlo a ritmo
humano y con cuerda.
Bueno, esta salida fue tranquila y placentera y comimos en un minibosque
recoleto, al abrigo de los ardores solares. Gazpacho frío gracias
a la magia del termo, ensaladilla rusa tibia, algunas virutas de jamón
y unos mordisquitos de queso y membrillo. ¡Comida de pr�ncipes!,
o así nos lo parece cuando comemos en la montaña.
Quiso el destino que recuperara la funcionalidad de mi pierna y su
presencia física, ausentes por un tiempo por mor de la fantasía
que reside en el fondo de la mente y que se resiste a abandonarnos.
Quedan muchas marchas por delante, junto a vosotros...
Ernesto Medina (15 de julio de 2006)
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