|
|
En el Yelmo
Carta a Domingo Pliego narrando una jornada de escalada
|
Dear "Domínguez":
El viernes a las diez y media (¿un poco tarde, no?) recibí
una llamada de Luis Lázaro, que se acababa de enterar que habían
quedado el sábado en Canto Cochino entre ocho y media y nueve.
Así que fui por allí. Los Lázaro no obstante,
empero, sin embargo, no aparecieron debido a circunstancias personales.
Así que sólo éramos Juan Ignacio, Pepe y yo.
Ellos avezados escaladores de hace muchos años y con casi veinte
menos que yo. Subimos a muy buen ritmo hasta la cara sur del Yelmo
por el Hueco de la Hoces. No pararon ni una sola vez pero les aguanté
bastante bien el ritmo sin desmayarme ni nada.
Sin embargo a la bajada me dejaron atrás pues ya llevo mucho
tiempo que al bajar por terreno abrupto me duelen bastante los pies,
como si estuvieran escocidos, y no puedo
ir deprisa. Preferiría que me dolieran las botas, que es mucho
más llevadero. Tengo una cita con el podólogo el miércoles,
a ver qué me dice.
 |
Hacia el Yelmo,
dibujo de Domingo Pliego
|
Una vez arriba seguimos hasta la otra cara del Yelmo, la norte, que
está en sombra como bien sabes. Casi se quedaba uno frío
pues íbamos bien sudados. Dejando a nuestra izquierda la "vía
normal" de subida al Yelmo que se inicia por una canal oblicua
llena de cascotes y peñascos, pero que se sube muy bien con
pies y manos, hicimos una vía que creo se llama "Pulpo
Serrano" (V+), escalada directa en la pared hasta encontrar una
reunión, desde la cual rapelamos. En algún punto tuve
que agarrarme un poco de la cuerda porque no encontraba otros agarres,
aunque procuro no hacerlo. Después ellos comenzaron otra vía
un poco más allá y yo decidí subirme por "la
normal" al Yelmo pues hacía varios siglos que no subía.
Pasé luego por esos canalizos ascendentes que tienen en algunos
puntos como treinta y dos centímetros de ancho. Tú,
hombre hercúleo y vigoroso tendrías que entrar con calzador.
Y luego por debajo de una piedra que está encajada en el pasillo,
así reptando un poco y con alguna contorsión fui ascendiendo
poco a poco, pensando en que si me resbalaba podía quedarme
varias semanas encajado entre las dos paredes. Este pensamiento me
ayudó a no resbalar. Supongo que mucha gente no podría
pasar físicamente por allí.
Despu�s de un ligero yantar a base de gazpacho frío y unas
lonchas de mortadela, bajamos otra vez a la cara sur, concretamente
al "Rompeolas" que es zona de aprendizaje de diversos niveles
y allí hicimos un par de vías más, una de ellas
recomendada como "interesante" por Ramón, un monitor
que conocí cuando fuimos al Pirineo, y que estaba allí.
Tenía la vía una placa de 5º grado bastante lisa,
que sólo contaba con unos "garbancitos" de piedra
para agarrarse y con alguna línea de piedra blanca como de
mármol, que parecen servir de placas de unión entre
grandes rocas. Cuando yo vi a Ignacio y a Pepe subir, me entraba el
convencimiento de que lo mejor que podía hacer era sentarme
a pie de vía, a leer las páginas amarillas que son muy
amenas.
Pues yo casi, no voy a subir ¡fíjate!, balbucía
yo, pero gracias a las bofetadas de moral y ánimo que me propinaba
Ignacio, ¡venga hombre, que tú
puedes hacerlo!, pues me embarqué no muy convencido.
(En realidad lo que m�s me convence es subir en ascensor). Así
que para mi satisfacción al final lo hice, si bien en algún
momento pisé alguna chapa buscando un apoyo extra. Pero bueno,
yo estaba muy contento. Al final ellos hicieron una vía más,
con un inicio en una rampa oblicua que a primera vista me pareció
un tanto complicado, aunque ellos luego dijeron que la dificultad
era más aparente que real. No obstante yo me abstuve, porque
tanta felicidad así seguida podría resultar perjudicial.
Y así se pasó el día tan ricamente, aunque echamos
de menos a Luis y Marisa.
Me voy a comer.
Recuer2.
Ernesto Medina (21 de octubre de 2005)
|
|
|