El valle de Estós se encuentra en la provincia de Huesca,
cerca de Benasque. Es recorrido por el río Estós,
que se nutre de las decenas de arroyos que bajan por ambas vertientes.
En torno a este valle hay varios ibones (así se llaman los
lagos de montaña en Aragón), y varios picos de más
de tres mil metros, destacando el Perdiguero (3.222m), que pensábamos
subir.
Despu�s de haber tenido que cancelar unas semanas antes una ruta
al monte Perdido, estábamos con verdadero "mono"
por ir a Pirineos. Un problema de salud de última hora dejó
a Alberto en casa, y los cercanos exámenes de junio dejó
estudiando a los más jóvenes. Así que fuimos
únicamente Ángel, Pedro, Miguel, Paco, Félix
y Fernando.
29 de mayo de 2004
Quedamos temprano e iniciamos un viaje en coche que hicimos sin
problemas. Guadalajara, Zaragoza, Huesca, Barbastro, Grau, Eriste,
bocata en Eriste, y Benasque. Aparcamos en una pista de tierra que
hay pasado el desvío a la estación de Cerler. Estamos
a una altitud de 1.290 m.
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Mochilas al hombro nos adentramos en el valle, que en esta parte
es bastante estrecho. Vamos por la conocida senda transpirenaica,
el GR.11, en ligera subida y agradable charla. Según avanzamos,
el valle se va ensanchando (curioso) y las vistas empiezan a ser
espectaculares, con bosques en ambas vertientes y cumbres altísimas
por todos los lados. Muy pronto divisamos el Perdiguero a nuestra
derecha, que nos impresiona por ser una mole inmensa de roca cubierta
parcialmente de nieve.
Habíamos debatido si ir directos al refugio o subir a la
zona de Batisielles. Al final prevalecío lo segundo, y dejando
el GR.11 nos metimos en un subidón hasta la cabaña
del mismo nombre, atravesando un frondoso bosque de abedules y pinos.
La senda hace muchos zigzags en subida, que nos hacen calentar motores.
Félix empieza a animarse y nos canta canciones de época,
como aquella de "adelante las centurias" que tanto nos
gusta. Los colores de la vegetación y los torrentes que bajan
llenos de agua nos dejan encantados.
Al llegar a la cabaña teníamos la opción de
tomar una variante (GR.11.2) hasta el refugio o subir antes al ibón
de Bastisielles, que nos habían recomendado como lugar digno
de visitar. Pensando estábamos quién quería
subir o quién ir directos al refu, cuando tres jóvenes
se nos acercan y nos dicen que la subida al ibón vale la
pena, que la hagamos sin duda. "Muy guapa", dicen. Y recomiendan
que la hagamos sin mochilas, ya que hay que volver al mismo sitio,
y que ellos lo han hecho así. No terminamos de entender por
qué insistían e insistían tanto. "Que
no pasa nada por dejar las mochilas...". El caso es que tres
de nosotros se fueron directos al refugio, y otros tres subimos
al ibón, con las mochilas al hombro. ¿Por qué
tendrían tanto empeño en que dejásemos los
macutos en la cabaña? No sabemos.
La subida al ibón de Batisielles es otro tramo durito, pero
que vale la pena. Un cartel indicaba que se tarda una hora en subir,
pero nosotros lo hacemos en menos de 50 minutos, porque vamos como
motos. Desde arriba (estamos ya a 2.219m, por lo que hemos subido
más de 900 desde los coches) las vistas sobre el Perdiguero
al norte, el macizo de la Maledeta al noreste, las tucas Ixeia al
este y las agujas de Perramó al sur, son bellísimas.
Y el ibón, como decían aquellos, "muy guapo".
Estaba helado, y en parte cubierto de nieve. Fotos varias para la
posteridad y rápidamente para abajo, que hay que llegar al
refugio para cenar.
Los que habíamos subido al ibón llegamos al refugio
de Estós en torno a las ocho (los otros hora y media antes).
Dejamos la mochilas, hicimos unos pocos estiramientos musculares
y al momento estábamos comiendo un consomé, un platito
de lentejas y unas albóndigas con tomatillo. Entra bien la
cena en estos sitios. Paco sacó unos Ibuprofenos, y no sabemos
muy bien por qué, Periko y Flx se los tomaron. Mientras cenábamos
otros grupos de montañeros dijeron que la subida al Perdiguero
estaba realmente dura, porque la nieve estaba muy blanda y se avanza
con pesadez. Pero eso no echa para atrás a recios montañeros
como nosotros. Si se tarda más, pues tardamos más,
que no hemos quedado con ninguna chica. Nos vamos a dormir pronto,
que mañana nos espera una buena paliza.
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30 de mayo de 2004
La idea original era haber dormido y descansado bien, pero qué
va: las camas chirriaban tanto (ñññeeeeee,
ññññiiiiiiiii, ññññuuuuuu)
que fue difícil pegar ojo, pero contentos. Además
el desayuno era a las seis, así que a las cinco y media ya
estábamos preparando los macutos para salir pitando hacia
el Perdiguero. Desyuno nutritivo, cantimploras llenas, y la típica
fotito de grupo antes de la aventura.
Entonces alguien dice: "No me lo puedo creer... ¿Está
chispeando?" ¿Chispeando?, ojalá. Dos minutos
después llovía a mares. Nos ponemos, resignados, los
impermeables y empezamos a andar. No llevábamos ni cien metros,
cuando un zambombazo a modo de megatrueno casi nos deja sordos.
Ángel sentenció: "Con tormenta, no". Y de
vuelta al refugio. La ruta había durado tres minutos. (Vaya
racha llevamos).
Dos horitas hasta que escampase (algunos decían 'acampase'),
y en ese rato otros montañeros que conocían la zona
nos recomendaron, como alternativa, ir al Collado Chistau (2.577
m) y al Pico Veteranos (3.125 m), más cercanos al refugio.
Y allí que nos fuimos. Ángel explicó desde
el principio que esto era el "claro del tonto", o sea,
que dejaba de llover pero volvería a hacerlo. Y no falló.
Tuvimos diez o doce claros del tonto, con otras tantas puestas y
quitadas de material impermeable. Tenemos más moral que el
alcoyano.
Recorrer el valle hacia arriba, hacia su cabecera, fue precioso.
Primero por una vereda que atraviesa un bosque de pino negro, y
a partir de los dos mil metros de altura por unos prados estupendos,
donde vimos madrigueras de marmotas, salamandras, flores pirenaicas,
rebecos y, claro, las montañas. Y en la parte más
alta, la nieve. Unas estupendas palas que subimos, disfrutando,
hasta el Collado de Chistau. En la parte con más nieve Paco
hacía la huella (está fuerte el muchacho) y los demás
le seguíamos tan panchos, incluido Pedro que estaba medio
lesionado pero aguantó como un campeón. Al llegar
al collado vimos que la niebla subía detrás de nosotros,
del valle, pero aun así nos animamos a iniciar la subida
hacia el pico. Pero no fue posible. Cuando los GPSs marcaban 2.652
m de altura, la niebla nos envolvió de tal manera que no
veíamos a más de veinte metros. Esperamos un ratito
para ver si mejoraba, pero nada de nada. Nos fuimos para abajo,
siguiendo la huella por la nieve.
Al llegar al refu -eran las dos y media de la tarde, tras cinco
horas andando- lo que menos nos apetecía era comer barritas
energéticas y pasas, así que Fernando preguntó
al guarda si podía hacernos algo de comer caliente. "Podemos
haceros unos huevos fritos con patatas y jamón". Pues
no se hable más: lo mismo para todos. Riquísimo, sobre
todo porque no lo esperábamos.
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Durante la comida cayó una buena chupa de agua, pero después
paró y nos decidimos a hacer otra ruta (somos incansables)
y fuimos valle abajo hasta unos antiguos cuarteles, donde comienza
la subida al Perdiguero que queríamos haber hecho esa mañana.
Fueron otras tres horitas andando por el GR.11 paralelos al río,
que bajaba a rebosar. Al caer la tarde volvimos al refugio, donde
unos sosos macarrones y un rico pollo nos esperaban. Charleta larga
comentando el día, diciendo tonterías y discutiendo
las diferentes opciones de cómo plantear la subida al Mont
Blanc que tenemos prevista para Julio. No nos ponemos de acuerdo,
pero sería muy largo contar aquí las discrepancias.
Llegaremos a una solución, sin duda.
Y nos fuimos a dormir, que se nos cerraban los ojos de sueño.
31 de mayo de 2004
Esta noche dormimos mucho mejor, porque estábamos casi solos
en la habitación y las camas no rechinaron tanto. Ángel
y Miki roncaron todo lo que quisieron, y todos dormimos a pierna
suelta.
Tras desayunar recogimos todo, Miguel pagó la factura y nos
fuimos hacia los coches, pero no directamente (aún no estábamos
saciados), sino que volvimos a ir a la cabaña de Batisielles
y de ahí al ibón de Escarpinosa, alimentado por una
espectacular cascada. Esta vez sí dejamos escondidas las
mochilas tras unas piedras, ya que no parecía haber robamorrales
en la zona. Del ibón Escarpinosa habíamos pensado
subir al de Perramó, pero eso ya era mucho porque teníamos
que volver a Madrid. Así que lo dejamos para otra ocasión
y terminamos de recorrer el valle hacia los coches, una vez más
por el GR.11. Bocata en Benasque y a la carretera, haciendo una
pequeña paradita en Setemo para comprar varias ensaimadas
al estilo mayorquín.
Para terminar
Han sido tres días estupendos, llenos de paisajes espectaculares
que se nos han quedado grabados en las retinas (léase neuronas).
Hemos andado bastantes kilómetros y hemos disfrutado de un
muy buen ambiente entre nosotros. El valle de Estós es de
lo mejorcito del Pirineo. Vale la pena, sin ninguna duda, pasarse
por ahí con botas, morral, cantimplora, bocata y chubasquero.
Nosotros lo hemos recorrido de cabo a rabo, salvo la cumbre del
Perdiguero. Cuando estábamos a punto de perderlo de vista,
ya de vuelta, Paco se volvió hacia él, levantó
el dedo un tanto amenazante e increpó: "Tú de
ahí no te muevas, que nosotros volveremos pronto". Pues
será verdad: volveremos.
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