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Crónica de la ruta a Panticosa (Pirineos)
(11-13 noviembre 2005)

Elegimos para esta ruta otoñal ir a la zona de Panticosa, en el valle de Tena, Huesca. La mayoría de nosotros conocemos la zona por haberla visitado como turistas. Pocos en plan montaña. Y casi ninguno como alta montaña. El objetivo es el tres mil más cercano al conocido balneario: el Garmo Negro.

Viernes, 11 de noviembre de 2005
Salimos catorce (Javi, Ana, Paco, Miki, Vincent, Dani, Jorge A., Jorge O., Carlos, Alberto, Kris, Josema, Félix, Fer) de Madrid y dos (Ángel, Xabi) de Pamplona. ¿Y eso? Porque nos compañan dos pamplonicas que conocimos el último verano en los Alpes, con los que hemos mantenido la relación, gente encantadora a los que les apasiona el monte tanto o más que a nosotros. (Esto de la montaña une más de lo que parece a simple vista). Así que somos dieciseis "guerreros del Garmo Negro", como cariñosamente nos llamó Miguel al despedirnos.

Viaje sin problemas. Nos alojamos en el refugio Casa de Piedra (974.487.571), preciosísimo edificio junto al balneario de Panticosa. Dos de los coches llegan al atardecer. Los demás a las nueve y cuarto. Al hacer la reserva nos había insistido que la cena era de ocho a nueve.

- Hola, buenas, llegamos los que faltábamos
- Son las nueve y cuarto
- Sí, ya, es que en Zaragoza había atasco, ya sabes, la rotonda esa...
- Las nueve y cuarto no son las nueve. Lo siento pero no hay cena.
- Bueno, en fin, un cuartito de hora de nada...
- No hay cena.
- Mira, tío, tenemos que cenar porque mañana nos espera un día duro. Sin gasolina el coche no anda.
- No hay cena.
- Vamos a hablar, Torrente. Necesitamos cenar ya. Quince minutos de retraso no son nada.
- Que no hay cena, idiotas.

Esto se pone calentito. Carlos empieza a arremangarse. Miki va al coche a por la placa de sherif. Félix se acerca por detrás para estornudarle en el cogote. Xabi aprieta los dientes y pone cara amenazante. Ana le clava una mirada de esas que matan. Aliende deja las gafas en la mesa y avanza. Kris afila los colmillos. No sabemos si darle un...

- Bueno, bueno, está bien, tranqui. Por esta vez vale. Pero para la próxima no olvidéis que las nueve y cuarto no son las nueve. ¿O a ti te gusta salir tarde del trabajo?

Menos mal que cambió de opinión. Habría sido un mal comienzo. ¡Qué estricto con los horarios! Al final cenamos unos ricos macarrones, ensalada, pescado y yogur. Ratillo de charleta, comentamos detalles de la ruta del día siguiente y a dormir.

Sábado, 12 de noviembre de 2005

El despertador suena a las seis, ¡qué pereza!, y a las seis y media ya estamos desayunando. Está nublado y orbayea. Cogemos los petates y empezamos a andar poco antes de las siete y media. Dani, Ana y Vincent estrenan botas. Larga hilera multicolor en Panticosa. Pocas veces un grupo tan grande se lanza a la alta montaña.

Las rampas empiezan enseguida. Ángel y JorgeO han subido esta montaña ya, así que se encargan de dirigirnos sin error desde el principio. ¡Vaya cuestona! Subida constante. Antes de una hora de camino empezamos a pisar nieve. ¡La primera de la temporada!

El Garmo Negro puede subirse desde el collado de Pondiellos o desde el de Argualas. La primera parte de la subida es común. Alrededor de la cota 2.500m nos desviamos a la izquierda, para enfilar el collado de Argualas, que es el que hemos elegido para hoy.

Nos metemos en la niebla, y dudamos un poco de la dirección.

- ¿Qué dice el GPS?
- El mío no tiene señal, espera.
- Ups, el mío tampoco, ¿por qué será?
- ¡Anda!, pues el mío tampoco.
- Ni el mío.

No entendemos nada. Hace niebla, sí, pero estamos en un lugar abierto, y por más que nos movemos no conseguimos ayuda de los satélites. Recibimos señal sólo de uno o dos, insuficiente para que los aparatejos determinen sus coordenadas. ¿Alguien no quiere que hagamos cumbre? ¿Boicot tecnológico? ¿Algún gafe camuflado entre el numeroso grupo? ¿Nos ha mirado un gato pardo? ¿Merecido castigo por haber llegado a las nueve y cuarto? No sabemos.

Avanzamos un poco, ya que más o menos intuímos hacia dónde ir. La nieve está cada vez más dura, hielo en algunas zonas, pero subimos bien sin crampones. Los GPS siguen igual de mudos. Llegamos a una arista que por un lado tiene una caída de impresión, con un pasillo de nieve que bien podría ser una cornisa. Viento muy frío. Seguimos hacia arriba, sin olvidar aquello de "avanti, sempre avanti". En esta última parte los GPS funcionan de nuevo (esto no hay quien lo entienda), al ver que ya no hay quien nos pare. ¡Y llegamos a la cumbre! Otro tres mil a nuestra lista particular. Los guerreros han llegado, todos sin excepción, a este picacho llamado Garmo Negro, con sus 3.051 m de altura. Cuatro horas y media de ascensión, que no está nada mal teniendo en cuenta que la última parte se ha hecho con una ventisca del carajo.

Aquí arriba hace un frío que pela. Seis bajo cero marca el termómetro de Javi, pero con el viento la sensación térmica es bastante menor. Unas pocas fotos (sin sacar la banderola HC) y nos ponemos los crampones, ya que una cosa es subir por nieve dura y otra bajar. Plegamos asimismo los bastones y cogemos los piolés que sabiamente hemos traído. Vámonos de esta nevera.

Cuando ya casi enfilamos de nuevo la arista Alberto nos dice que se encuentra mal, algo mareado. Se sienta un momento en la nieve y le damos algo de beber. Parece una bajada de tensión. Unos minutos después saca fuerzas de flaqueza y, ayudado por los fuertes Carlos y Josema, cada uno a un lado, empieza a andar despacito. En algún tramo esto se complica, porque es difícil avanzar los tres a la vez, pero se las ingenian para ir bajando bien asegurados con los crampones y los piolos. Aquí se ve una vez más la grandeza de la montaña: si alguien va mal, todo se moviliza en torno a él, y lo demás pasa a un segundo plano. Tiene frío, y lo abrigamos más; tiene sed, y le damos lo que sea; se cansa, y paramos. En definitiva, el que en un momento es el más débil marca el ritmo de los demás.

Y así, poco a poco, vamos bajando por el mismo camino que habíamos subido un rato antes. Hacemos una paradita para comer un trozo de la empanada que Kris ha traído y seguimos descendiendo hasta el refugio, al que llegamos antes de las cinco de la tarde. Alberto, como un campeón, ya más recuperado.

Ángel y Xabi, nuestros navarricos, tienen que irse a casa. Nos tomamos con ellos unas cervezas y el resto de la rica empanada. Hacemos una foto con la banderola HC y nos despedimos de ellos. ¡Hasta la próxima, amigos montañeros! (Porque habrá una próxima, sin duda).

Amigable charla hasta la hora de cenar. Esta vez no llegamos tarde. Sopa, lomo, ensalada y manzana. Todo regado con un estupendo vino que Vincent nos ha traído para celebrar su reciente cumpleaños. ¡Felicidades! Paseo final alrededor del refugio para estirar un poco las piernas y a dormir. Estamos bastante cansados. Y muy satisfechos.

Domingo, 13 de noviembre de 2005
Esta vez madrugamos menos. Josema, Vincent y uno de los Jorges se vuelven a Madrid después de desayunar. El otro Jorge y Alberto pasan la mañana dando una vuelta en coche por la zona. Los nueve guerreros restantes nos animamos a hacer otra ruta, subiendo a los ibones de Brazato, en la ladera este del valle.

La subida la hacemos por el GR-11, la conocida senda transpirenaica, atravesando un precioso bosque que según subimos se hace menos espeso. Primero coge la cabeza Kris, que nos lleva a un ritmo muy fuerte un buen rato. Tras una paradita para quitarnos algo de ropa Félix se pone el primero. A los dos minutos ya hemos perdido el camino bueno. Media vuelta. Javi, que en ese momento iba último, se encuentra de repente el primero, y nos lleva hasta arriba a un ritmo perfecto y sin perderse ni un instante. El que vale, vale.

El entorno es precioso. A media subida empieza a nevar copiosamente, lo que da un ambiente completemante invernal, casi navideño. Pasamos de largo el ibón de Brazato inferior y llegamos al superior, grandísimo, que casi no vemos por la espesa niebla que se nos ha echado encima. Fotos y para abajo, de nuevo al ritmo de Javi, todo un "diésel", según él se define.

Antes de la una llegamos al refugio, Alberto y Jorge nos cuentan su paseo, recogemos todo y nos vamos a Panticosa pueblo, a despedirnos como se merece la ocasión: con una buena comida en un mesón que nos han recomendado (mesón Sampietro, 974.487.136). Chuletón y risas están en el menú.

Despedidas con besos y abrazos y vuelta a Madrid. Han sido dos días estupendos, rodeados de montañotas inmensas y de buena gente. La niebla no nos ha dejado admirar del todo los paisajes, pero lo que hemos visto ha sido más que suficiente. Los "Piris" nos han hecho disfrutar una vez más.


 

 

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