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Crónica de la subida al
Mont Blanc (Alpes)
(17-21 julio 2004)
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La subida al Mont Blanc (Alpes, 4.810 m, máxima altura
de Europa occidental) la habíamos preparado a lo largo de varios
meses con una ilusión propia sólo de niños. El
material, la preparación física, leer todo lo que encontrábamos
en internet, preguntas a los que lo habían hecho antes que
nosotros, curso de montaña invernal, interminables cadenas
de correo para compartir opiniones, tracks y waypoints en el GPS,
y un largo etcétera. Al final fuimos seis (Félix, Paco,
Pedro, Fran, Miguel y Fernando) porque a última hora no pudieron
venir Ángel, Anna ni Carlos. Dos semanas antes habíamos
estado en Pirineos, ultimando la preparación, donde subimos
el Taillón y el Monte Perdido. Salvo tres pequeñas tendinitis
que arrastraban Pedro, Fran y Fernando, y la rodilla tonta de Félix
que duele tras largas bajadas, todo lo demás estaba a punto.
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El Mont
Blanc desde Chamonix
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Habíamos elegido la ruta normal (la que va por el refugio Gouter,
en el lado francés de Chamonix), por ser la más fácil
(mejor diremos la menos difícil), ya que era la primera experiencia
en Alpes de todos nosotros. Teníamos reservadas habitación
en Chamonix, en el albergue Whymper, así como en el refugio
Gouter.
Uno de los aspectos que más cuidamos fue el peso de las mochilas.
Preparamos la lista de material y quitamos todo lo prescindible. Asimismo
compartimos todo lo que pudimos (crema solar, etc). Aun así
todas pesaban entre 14 y 18 kilitos.
17 de julio de 2004
Quedamos temprano e iniciamos un viaje que hacemos sin problemas.
Desde Madrid salimos en un coche todos menos Miguel, que parte en
otro coche desde Oropesa, donde estaba pasando las vacaciones con
su familia. Nos encontramos al mediodía en un área de
descanso en la provincia de Gerona, donde comemos y nos repartimos
en los dos coches. Cruzamos la frontera por La Junquera y tras varias
autopistas con sus correspondientes peajes llegamos a Chamonix al
anochecer, tras catorce horas conduciendo.
Todo fácil hasta aquí. Estamos contentísimos,
exhultantes, reímos por cualquier cosa, todo nos parece bien.
Cenamos pronto en una pizzería guarrindonga por el centro del
pueblo, damos un pequeño paseo para estirar las piernas, consultamos
la previsión del tiempo en la casa de guías de montaña
y nos vamos a dormir al albergue Whymper.
18 de julio de 2004
Cogemos los coches y nos dirigimos a La Fayet-Saint Gervais, pueblo
a 20 km al sur de Chamonix. Pensamos que el tren que nos debe subir
sale cada media hora, así que vamos con calma, con intención
de comprar los billetes y luego desayunar por ahí. Si no es
uno, cogeremos otro. Al llegar a la ventanilla son las 7:08, vemos
que uno sale a las 7:15 y el siguiente a las 9:15. Eso no es lo que
creíamos. Carrera hasta el aparcamiento, nos ponemos las botas
como podemos, cogemos las mochilas, y otra carrera al tren para atrapar
el de las siete y cuarto. El último de nosotros sube cuando
ya están cerrando las puertas. Ni hemos desayunado... pero
allí estamos, con el corazón que se nos sale por la
boca.
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Primeras
rampas tras dejar el tren
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Este trenecito de cremallera (llamado TMB: Tramway du Mont Blanc)
nos sube a Nid d'Aigle, a 2.372 metros, y así nos evitamos
el primer subidón. El viaje tarda 55 minutos. Primero atraviesa
un frondoso bosque, y según sube vamos viendo espectaculares
paisajes con el valle al fondo y montañas por todos los lados.
Precioso.
Subimos muy tensos y nerviosos, así que decimos bastante chorradas.
Tenemos ganas de ponernos en marcha. Con nosotros suben otros montañeros,
sobre todo del norte de Europa, todos serios y perfectamente equipados.
Como era de esperar, somos los que más jaleo armamos.
Mochilas al hombro empezamos a andar por una senda bien marcada con
puntos rojos, en subida desde el principio. Al poco acaba la vegetación
y se adentra en un valle rocoso, donde pronto empiezan los neveros.
Un paso difícil está equipado con clavijas, por lo que
es facilísimo. Casi sin darnos cuenta llegamos a la barraca
forestal Des Rognes, pequeña caseta a 2.853 m, donde
hacemos una paradita.
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Cruzando
el nevero frente al refugio Tete Rousse
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Seguimos para arriba, y tras muchas zetas llegamos a la altura del
refugio Tete Rousse (3.167 m), que vemos a unos 400m a la derecha
de nuestra camino.
Hay que cruzar un largo nevero, así que nos ponemos los pinchos
(crampones) y sacamos los piolés. Al acabar este tramo nos
los volvemos a quitar, y seguimos la subida por la senda.
Y por fin llegamos a la famosísima 'Bolera', a 3.300 m
de altura (el nombre oficial es Grand Couloir). La Bolera es un larguísimo
corredor por el que caen piedras a modo de bolas para derribar a los
montañeros, que hacemos de bolos. No es tan vertical como habíamos
leído, pero la caída de piedras es casi constante. Desde
pequeñas como un puño hasta verdaderos pedrolos. Y aquí
tenemos el primer incidente. Mientras nos ponemos los crampones y
el casco para cruzarla, una piedra de unos diez centímetros
de diámetro se desvía del resto, viene hacia nosotros
y pasa rozando la cabeza de Félix. Y medio minuto después,
otra con forma de disco y más de un palmo de diámetro,
se desvía también hacia nosotros y da un golpazo tremendo
a Miguel, en el hombro izquierdo. (Menos mal que no le dio en la cara).
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El paso
de la 'Bolera'
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Había que salir de allí cuanto antes. Pasamos de dos
en dos, mientras otro vigila e indica si conviene parar, correr hacia
adelante o dar media vuelta y correr hacia atrás. Primero Fernando
y Félix; después Pedro y Miki; y por último Fran
y Paco. Buen subidón de adrenalina. Nos habían hablado
de esta zona, pero nunca imaginábamos que lloviesen así
estos aerolitos pizarrosos y negruzcos.
Tras respirar hondo por haber pasado la dichosa bolerita, seguimos
subiendo y llegamos a la parte más dura de la jornada: la cresta
Les Rochers Rouges, una arista de 500 m de desnivel que nos lleva
al refugio Gouter (3.817 m). Hay varios pasos que se hacen
trepando, y los más difíciles (sobre todo al final)
están equipados con un cable de acero. Para más seguridad,
enganchamos una cinta al arnés y nos vamos asegurando al cable
con un mosquetón. Disfrutamos de lo lindo, ya que una trepada
con buenos agarres y apoyos es realmente agradecida. Y además
el entorno, con esas montañotas inmensas y bellísimas
no deja de sorprendernos. En torno a las tres de la tarde llegamos
al refugio.
El refugio Gouter, encaramado de forma increíble al final de
la cresta, está lleno de gente. Se compone de dos edificios,
uno principal con el comedor, la cocina y dos dormitorios, y otro
anexo con un dormitorio y los aseos. Encontramos gente de todas las
nacionalidades: italianos, americanos, coreanos, belgas, españoles,
etc. El ambiente es tranquilo, y tres de los cuatro guardas son bastante
amables. Todo está bastante bien conservado y limpio. Hay dos
mantas por persona, la comida está bastante bien cocinada,
y una de las pocas normas que imponen es guardar silencio a partir
de las ocho de la noche. Las letrinas son bastante curiosas: no son
las típicas en las que uno debe hacer sus necesidades en cuclillas,
sino que son tazas normales, salvo que todo cae por un agujero al
vacío, y cuando hay ventisca, o sea, siempre, se forma una
corriente de aire helado ascendente que te deja las partes bajas perfectamente
congeladas. Una delicia. Lo bueno es que limpian y reponen el papel
higiénico todos los días.
Pasamos la tarde descansando y charlando. Casi a la hora de cenar,
Fran nos dice que le duele la cabeza, debido a la altura. Se toma
un parecetamol, y como las molestias no remiten, él y Paco
deciden no intentar cumbre al día siguiente. Incluso se plantean
por un momento bajarse. Todo depende de cómo pase la noche.
Cenamos pronto, en el segundo turno, (sopa, queso, carne estofada
con zanahoria y champis, y una crema de postre) y nos vamos a dormir
enseguida, ya que al día siguiente había que madrugar.
Poco antes de dormirnos uno de los guardas trae un Diamox para Fran,
por si no se le pasan las molestias, recordándole que si lo
toma debe beber mucha agua. Nos gusta ver que están atentos.
19 de julio de 2004
A las 1:45 está casi todo el mundo levantado, ya que los desayunos
empiezan a las dos. Nosotros somos casi de los últimos. Tras
desayunar y coger todo salimos y nos ponemos en la fila, con los frontales
encendidos, los crampones puestos y el piolé en la mano. No
nos encordamos, aunque vemos que la mayoría de los demás
sí lo hacen.
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Saliendo
del refugio hacia el MB
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En la fila caemos tras un grupo grande de italianos, y empezamos a
andar en la oscuridad. Es bastante emocionante vernos entre tantos
montañeros, todo oscuro, con la hilera de lucecitas de los
frontales delante de nosotros.
En ritmo es bueno, con paradas cortas de vez en cuando. Vemos que
hay niebla, pero no perdemos la esperanza de que levante. Subimos
y subimos, siempre tras los italianos. Hace bastante frío y
viento, pero en movimiento vamos bien. El único problema con
el frío es que se congela el agua del tubito del camelbak,
así que usamos el truco de soplar para dejarlo vacío
cada vez que bebemos. A la altura de 4.200m vemos que una cordada
retrocede y se vuelve al refugio. Después otra, y otra, y bastantes
más. Nosotros seguimos para adelante, y cumbreamos la Dome
de Gouter (4.306 m). Bajamos al Col de Dome (4.250 m)
e iniciamos la subida hacia el refugio Vallot. Delante nuestra ya
sólo queda un grupo de belgas. Los italianos también
se vuelven. Cuando el altímetro del GPS indica 4.302 m,
al amanecer, decidimos dar la vuelta, ya que la niebla no deja ver
nada, y no parece que el tiempo vaya a mejorar.
Nos ponemos detrás de un grupo grande de coreanos, y detrás
nuestra se ponen los belgas, que al ver que nosotros nos volvemos
deciden hacer lo mismo. Bajando hacia el Col de Dome, el ritmo de
los coreanos es frenético, y los perdemos de vista. Con esta
niebla, a no ser que vayas pegado al de delante, te pierdes. Además
el viento ha borrado la huella de la ida, así que la mejor
forma de orientarnos es con el GPS de Fernando. Lo saca y ve enseguida
el track de la ida, así que de aquí en adelante el GPS
es quien guía a nuestro grupo de cuatro españolitos
y al de los siete belgas. Remontamos la Dome de Gouter, y paso a paso,
siguiendo el track al milímetro, volvemos hasta el refugio,
al que entramos a las 7:30. Al llegar, los belgas nos dan las gracias,
como era de esperar. Saben, igual que nosotros, que la situación
se podría haber complicado bastante, con una niebla tan cerrada
y sin huella en la nieve. La tecnología de los satélites
nos ha ayudado sobremanera.
En el refugio, tras quitarnos los crampones y la ropa húmeda,
tomamos algo caliente, y pensamos qué hacer. Fran ya está
mejor del dolor de cabeza, pero no va a intentar cumbre al día
siguiente. Miguel y Pedro están algo cansados, así que
tampoco van a intenterlo al día siguiente. Sólo Félix
y Fernando parecen animados a hacerlo, en caso que el tiempo mejore.
Toca pasar el día en el refugio. Por la mañana nos acostamos
a dormir, y por la tarde estamos en el comedor charlando. Conocemos
a otros españoles, David y José Vicente, de Valencia,
que van a intentar subir al día siguiente, así que pensamos
ir juntos. Son encantadores. Una de las cosas que hacemos es leer
el libro de visitas del refugio, donde la gente pone frases de toda
índole sobre su paso por ahí. Fer traduce las que están
en inglés, y Félix las que están en francés
o italiano. Algunas son realmente graciosas, e incluso las hay con
cierto tinte político. Una que nos gusta rezaba así:
Pedí a Dios una flor, y me dio un jardín.
Pedí a Dios un árbol, y me dio un
bosque.
Pedí a Dios un orgasmo cósmico,
y me dio una subida al Mont Blanc.
Y así pasamos la tarde, hasta la hora de cenar (sopa, queso,
carne, compota de manzana). Nos vamos a dormir pronto.
20 de julio de 2004
Segunda y última oportunidad de cumbrear el MB. Otra vez madrugamos.
En esta ocasión el cielo está despejado, estrelladísimo,
lo que nos sube el ánimo de inmediato. A las 2:45 ya estamos
andando Félix y Fer. David y José Vicente salen un par
de minutos más tarde. Nos ponemos en la fila, en esta ocasión
detrás de dos cordadas de alemanes que ponen un ritmo fuerte
(más que el de los italianos del día anterior), sin
casi paradas ni zetas para reducir la pendiente. En una de las pocas
paradas, todavía de noche, David y José Vicente nos
alcanzan, y en ese momento alguien comenta que estamos a seis bajo
cero. Rodeamos por la derecha (sur) la Dome de Gouter, y enfilamos
la subida al refugio Vallot, ya al clarear el día. La niebla
se nos ha echado encima otra vez. Vaya... Llegamos al refugio (4.362
m) y entramos en él. Es una cabina de supervivencia, con
unas pocas mantas, que tiene también una radio-baliza. Comemos
un poco y pensamos qué hacer. Ganas de intentarlo no faltan,
y estamos fuertes, pero la niebla es espesa. Salimos, iniciamos unos
metros la subida, pero nos damos la vuelta. No tiene sentido seguir.
En el refugio Vallot hay dos guías, con sus clientes, que también
van a bajar, así que todos decidimos seguirles, incluidos los
alemanes. También hay cinco mallorquines, dos coreanos, un
ruso, varios japoneses y otros cuya nacionalidad no sabemos. En total
somos unos treinta. La bajada es bastante lenta. Por un lado, los
dos guías no se ponen de acuerdo en la lectura de sus GPSs;
por otro, las dos chichas americanas que forman cordada con uno de
los guías van bastante justas de fuerzas. Él pregunta
"Fatigué?", y ellas, casi con rima, contestan "Yes,
yes". El caso es que la bajada se hace larga y un poco pesada.
En ocasiones los guías retroceden sobre sus pasos, y toda la
fila detrás. No sabemos bien si realmente estaban evitando
las grietas o se estaban montando un poco el numerito ante sus clientes
para justificar los 700 euros que les habían cobrado...
Por fin llegamos al refugio Gouter, a eso de las 8:30, un poco decepcionados
porque de no ser por la niebla habríamos coronado sin duda.
David y José Vicente se quedan un día más, para
volver a intentarlo. Nosotros tenemos que bajar para volver a Madrid.
Tras descansar y comer un poco, rehacemos las mochilas, pagamos el
refugio, nos despedimos de nuestros amigos valencianos y nos preparamos
para bajar por donde habíamos venido, es decir, por la empinada
cresta Les Rochers Rouges, que desde el refugio se ve espectacular.
¿Seguro que hemos sido capaces de subir por ahí?, pensamos
más de uno. Poco antes de iniciar el descenso, unos jóvenes
con los que no habíamos hablado hasta entonces nos dicen que
se bajan con nosotros. Al ver que no llevan arneses les preguntamos
por qué, y nos dicen que es que son de Bilbao, y que han venido
así, casi sin preparar. Como ha nevado, todo está húmedo
y la bajada es más peligrosa, así que decidimos hacerla
según la nueva técnica "Dry-tooling", es decir,
con crampones todo el tiempo aunque sea un mixto piedra-nieve. Parece
mentira, pero los pinchos muerden la roca de maravilla, incluso mojada.
Eso más el aseguramiento con la cinta en los tramos con cable
de acero nos hace bajar sin muchos problemas, aunque despacito.
Durante la bajada llueve, nieva, hace viento, truena y sale sol. De
todo tenemos. Bajamos siempre con los cuatro vascos (Ramón,
Patchi, Eulogio y Ricardo) uno de los cuales habla sin parar, así
que hace buenas migas con Pedro, que también le da a la sinhueso.
Sólo se les oye a ellos.
Pasamos la 'Bolera' sin problemas, ya que al contrario que hacía
dos días esta vez no caen piedras. Aun así tomamos precauciones.
Alrededor de las cuatro de la tarde llegamos a Nid d'Aigle, la estación
de tren, con las piernas bastante cansadas. Por fortuna hace sol,
así que la espera al tren es un agradable estar sentados, charlando
con los nuevos amigos bilbaínos y estirando los músculos.
Bajamos a La Fayet-St.Gervais, nos despedimos de nuestros compañeros
de bajada y vamos en coche hasta Chamonix, otra vez al albergue Whymper,
donde una reparadora ducha nos espera. Después damos un paseo
y aprovechamos para comprar algún regalito a nuestras mujeres
e hijos, y cenamos en uno de los mejores restaurantes del pueblo:
La Caleche. Tras varios días días comiendo barritas
energéticas, pasas y comida de refugio, el solomillo y el mouse
de chocolate nos entra de maravilla.
21 de julio de 2004
Vuelta a casa, tras otro montón de horas conduciendo.
Conclusiones
Cada ruta en Alpes es distinta, así que cada uno saca conclusiones
según le haya ido. En nuestro caso, como estuvo tan determinada
por la niebla, no recomendamos a nadie ir sin guía o sin GPS.
Las visiones que nos puedan dar otros que hayan hecho la ruta anteriormente
pueden ir desde la súper optimista (como en nuestro caso lo
que nos contó nuestro amigo Ángel) a otras menos optimista
(como lo que contó Juanjo a Paco). Sea como sea, mejor estar
preparados para todo.
La subida al Mont Blanc es una ruta de dificultad media-alta, por
lo que no la recomendamos a nadie que no esté en una forma
física media-alta. Nosotros habíamos entrenado bastante
(correr, bici, gimnasia, escaleras). No es una garantía de
éxito, pero lo que sí está claro es que en baja
forma no tiene ningún sentido intentarlo.
También debatimos mucho si ir con guía o no. Al final
optamos por lo segundo: por un lado el precio excesivo (700 euros
cada dos personas); por otro nos dijeron que se podía ir en
la fila con todos, como así fue. Y llevábamos dos GPSs
como instrumentos de seguridad.
En cuanto al peso de las mochilas, era difícil disminuirlo.
Quizá menos comida de ataque o cuerdas más cortas. Pero
ni se puede quitar agua, ni ropa, ni el casco, ni las gafas de repuesto,
ni nada. Todo había que subirlo.
Lo principal es que han sido unos días estupendos, de alta
montaña, que nos ha enseñado muchísimo, y hemos
disfrutado al máximo. La cumbre queda para más adelante.
Al menos lo hemos intentado. El ambiente entre nosotros ha sido estupendo,
de verdadera amistad, en el que las diferencias de edad o estilos
quedan disipadas al tener un punto en común, como es nuestro
gusto inmenso por estar ahí.
Datos de interés
Resumimos aquí algunos datos que pueden ser de interés
para quienes decidan hacer la misma ruta:
Tiempo conduciendo
Madrid-Chamonix: 14 horas.
En el refugio
Gouter hay muy buena cobertura de teléfono móvil GSM.
Precio del
TMB: 22 euros ida/vuelta.
Precio del
agua en el refugio Gouter: 4 eur la botella de agua fría y
7 eur la caliente.
En el refugio
Gouter nos gastamos (dormir dos noches, comer y beber) 105 eur por
persona.
En total
(refugio, albergue en Chamonix, gasolina, peajes) nos gastamos 340
eur por persona.
Teléfono
del albergue Whymper: +33.450.530.063
Teléfono
del refugio Gouter: +33.450.544.093
Pincha aquí
para ver la lista de material que llevamos.
Pincha aquí
para ver el perfil de la ruta que hicimos el 19 de julio.
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