La subida al Espigüete, Palencia, Cordillera Cantábrica,
estaba en nuestra lista de montañas desde hacía un
par de años. Ya por fin nos hemos decidido a ir, y ha sido
un acierto descubrir esta zona, con muchísimas posibilidades
montañeras, especialmente en invierno.
El Espigüete está junto a un pueblito llamado Cardaño
de Abajo, en una zona de pantanos al norte de la provincia de Palencia,
casi en el límite con León, cerca de Aguilar de Campoo
y sus galletas. Tiene dos cumbres: la Este (2.444 m) y la Oeste
(2.450 m), separadas por una arista de menos de cuatrocientos metros.
Nos hospedamos en una casa rural en el mismo pueblo, el Caserón
de Fuentes Carrionas, (979.866.502, 630.680.378). Excelente trato
y comida. Recomendable para ir en plan familia.
Hemos venido trece: Javi, Periko, Santi, Carlos, Rocío, Paco,
Anna, Fran, Félix, Jorge, José María, Fer y
Narci. Éste último, guía de montaña,
ha venido para tutelar la ruta, intentando corregir fallos y pasarnos
algo de experiencia. Queremos y necesitamos seguir aprendiendo.
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Arrancamos
Nos levantamos a las cinco y media, desayunamos y cogemos los coches.
La ruta empieza en un aparcamiento (1.350 m) que hay a tres kilómetros
de Cardaño de Abajo, en la carretera P-217 que va a Cardaño
de Arriba. Alrededor de las siete y cuarto, aún de noche
y con los frontales encendidos, empezamos a andar por la senda de
Mazobre, que nace del mismo aparcamiento en dirección norte.
Esta senda va paralela al arroyo Mazobre. A los dos kilómetros
y medio, ya con las primeras luces, llegamos a un desvío
a la izquierda que tomamos. Medio kilómetro después
llegamos a un refugio de piedra (1.573 m) desde el que ya vemos
las rutas que vamos a hacer. Esta media horita de agradable paseo,
en ligera cuesta arriba, nos viene bien para calentar músculos.
Mirar hacia arriba desde aquí nos impresiona.
En este punto nos separamos en dos grupos. Por un lado, Josema,
Javi, Felisuco y Fer. Por otro, el resto. Los primeros van a subir
por el corredor Noreste. Los segundos por la vía del circo
noreste, un corredor algo menos inclinado (más al este que
el primero) y luego hacer cumbre por una arista final. Ambas vías
está separadas por un inmenso espolón rocoso. La idea
original es coincidir en la cumbre y luego bajar por la arista Este
hasta los coches.
Corredor Noreste - Corredor Norte
Cien metros delante del refugio nos despedimos y el grupo del corredor
Noreste tiramos por la derecha. El camino que vamos a seguir es
bastante evidente ya que tenemos un día claro con visibilidad
perfecta. Desde el principio pisamos nieve, blanda por aquí,
y vamos ganando altura rápidamente. Josema va en cabeza,
tirando, ya que quiere dar alcance a dos montañeros que van
por delante, para preguntarles qué plan tienen. Y ya conocemos
a nuestro amigo: si se propone cazar a alguien, lo consigue. A la
altura de los 1.800 m los alcanza y le dan detalles de cómo
es la subida. Estas primeras rampas no llegan a 30º de inclinación.
La nieve está más dura ya, así que rápidamente
nos ponemos los cascos y los crampones y cogemos los piolés.
También nos ponemos los arneses, por si necesitamos encordarnos
más adelante. Javi está contentísimo, ya que
estrena ambos piolos. Félix y Fer estrenan uno de ellos.
Antes de arrancar de nuevo, Fer le pasa los tres kilos de cuerda
a José María, aprovechando que éste va sobrado
de fuerzas. Javi intenta lo mismo, pero llega tarde. (Otra vez será,
amigo.)
De nuevo tiramos para arriba y esto ya se inclina más y más.
Rampas de 45º con una nieve durita que pronto bautizamos: nieve-disfrutona.
Sin duda lo es.
Félix empieza a tener problemas con sus crampones. Resulta
que hace poco se compró unos automáticos súper
mega guai, por aquello de fardar y parecer escalador pata negra,
pero el izquierdo se le sale cada dos por tres. Se para, se lo vuelve
a encajar, sigue andando. Al rato otra vez lo mismo... Lo malo es
que según se va inclinando el terreno, se hace más
crítico llevar bien los pinchos...
Llegamos a una rocas bajo las cuales hay una cueva y que da paso
a la parte más inclinada: un tubo de menos de dos metros
de ancho, unos 50 m de largo y tramos de 60º de inclinación.
¡Qué gustazo subir por aquí! Del piolé-apoyo
pasamos rápidamente al piolé-tracción. Evaluamos
por un instante si vale la pena encordarnos, pero esta nieve-disfrutona
se deja hacer algo de huella, así que vamos con mucho cuidado
pero sueltos. José María pone el turbo y sube como
una moto. Los otros tres vamos a buen ritmo, algo más pausados,
incluso haciendo alguna foto cuando quedamos en una posición
segura.
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Acaba el tubo y la inclinación baja. Entre 50º y 55º
estimamos que tiene. (Esto es difícil de calcular, pero imaginando
cómo es una escuadra y un cartabón... hacemos nuestro
cálculo aproximado. El próximo día le pedimos
el clinómetro a Fran.) La nieve sigue igual de disfrutona
o más. Esta larguísima pala nos lleva a la parte alta
de un espolón. Estamos ya a más de 2.200 m. Giramos
a la izquierda y, en dirección sur, nos dirigimos rectos
a la cumbre. Las vistas son ya espectaculares, con toda la Cordillera
Cantábrica a nuestra espalda.
Pasito a pasito, con la inestimable ayuda de los crampones y los
piolés, llegamos a la cumbre Este (2.444 m). ¡Qué
espectáculo! Son las once de la mañana. Nos ha llevado
algo más de tres horas y media desde el aparcamiento. Abajo
vemos Cardaño de Abajo, lógicamente. Y el pantano
de Camporredondo. Y también vemos la otra cumbre. Y la arista
que separa ambas. Y la arista Este por donde se supone que vendrá
el otro grupo. Y el Pico Murcia (preciosa pirámide) al norte.
Y los Picos de Europa al noroeste. Y el Pico Curavacas al este.
Y... ¿dónde está Josema? ¿No iba por
delante? ¿No debería estar aquí?
Pues José María ya había dejado la cumbre,
y estaba a punto de llegar a la otra. Así es él. Quizá
había quedado con alguien, o tendría un apretón...
Nosotros tres hacemos fotos, charlamos con dos montañeros
que llegan poco después que nosotros, comemos una 'navarrita'
energética y hablamos con el walki con el otro grupo. (Van
atrasados, así que decidimos no esperarlos.) Tras esta pausa
nos encaminamos hacia la otra cumbre.
La arista es 'curiosa'. No es difícil, pero en algún
punto es expuesta, así que hay que ir atentos. Además,
la última parte tiene una cornisa de nieve con pinta de derrumbarse
en cualquier momento. Llegamos a la cumbre Oeste (2.450 m), y esta
vez sí encontramos a José María (menos mal)
y el vértice geodésico de rigor. Las vistas son inmejorables.
Entre otras muchas cosas, vemos al noroeste el embalse de Riaño.
De todas las vías de bajada optamos hacerlo por el corredor
Norte, que es el que nos recomendó Francisco, el dueño
de la casa rural, la noche anterior. Informamos al otro grupo por
la emisora (qué prácticos son estos bichos en montaña)
y nos dirigimos al collado que separa ambas cumbres, punto inicial
de dicho corredor Norte.
Bajada larga, al principio de unos 40º, con nieve bastante
dura. Se atraviesa en diagonal hacia el noreste, acercándonos
al gran espolón que separa este corredor de el que hemos
hecho de subida. Llegado un punto la inclinación aumenta,
y Félix y Fer deciden bajar de espaldas, cara a la pared.
Más lento y cansado pero mucho más seguro. Javi y
Josema se encuentran seguros y siguen bajando cara al valle. Al
llegar al espolón giramos a la izquierda y en dirección
norte recorremos este espectacular corredor de cerca de 500 m en
total. Lo pasamos pipa. La pendiente no creemos que pase de 50º
en ningún momento.
Félix sigue teniendo líos con los crampones. Se le
sueltan con demasiada frecuencia. En una de las paraditas que hacemos,
Javi se fija bien y ve que una de las varillas está en un
orificio equivocado. ¡Ay, mi madre, pero qué inútil
es! Lo encaja bien y desde ese momento todo funciona como se esperaba.
El detalle técnico lo vemos a mitad de bajada. Nosotros bajamos
de espalda con la regla de los tres puntos de apoyo, es decir, movemos
el piolé derecho, luego el pie derecho, luego el piolé
izquierdo, luego el pie izquierdo, y vuelta a empezar. Pero de repente
vemos que bajan dos montañeros, también de espaldas,
y nos dan una pasada propia sólo de Fernandito Alonso. Nos
fijamos y es que ellos hacen otra secuencia de movimientos: mueven
a la vez piolé y pie derecho, y luego a la vez piolé
y pie izquierdo, y así sucesivamente. De dos en dos. Y claro,
a los pocos minutos los perdemos de vista. Qué ritmo, tú.
Cuando la pendiente se suaviza volvemos a ponernos cara al valle
y acabamos el corredor en torno a la una de la tarde. Ha sido un
disfrute inmenso. También en este lado la nieve ha estado
disfrutona. Ya sólo queda un tranquilo paseo hasta la senda
de Mazobre bajando por una pedrera no muy grande y un último
tramo que coincide con lo que habíamos hecho por la mañana.
Alrededor de las tres de la tarde llegamos al aparcamiento. Informamos
al otro grupo y los esperamos tomando unas cervecitas en un bar
cercano.
Vía del circo Noreste - arista Este
El otro grupo nos dirigimos a la vía del circo Noreste, también
muy evidente desde el refugio de piedra. Al ser un grupo más
numeroso avanzamos más lentamente. La pendiente va inclinándose
paulatinamente hasta los 40º. Avanzamos en dirección
sureste.
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Para dar un poco más de dificultad, al llegar a unas rocas
(estamos a 1.800 m) en vez de rodearlas por la zona de nieve decidimos
hacer una trepada asegurándonos. Sacamos las cuerdas y demás
cacharros y nos ponemos de dos en dos. Hacemos una reunión
(piolés verticales y un friend) y vamos pasando. Un pequeño
resbalón de Periko pone a prueba el conjunto: en ese momento
es Jorge quien le asegura, con una placa auto-bloqueante Gi-gi,
que se bloquea como debe y todo queda de libro. También se
desprenden varias rocas, que caen rodando. Una de ellas golpea en
la pierna derecha a Fran, rompiéndole el pantalón
y haciéndole bastante daño. Por el gesto nos tememos
lo peor, pero afortunadamente todo queda en un susto. (El chico
es fuerte.) El paso ha sido instructivo, pero lento al ser un grupo
de nueve. Seguimos para arriba.
Santi tiene problemas con los crampones, al llevar botas flexibles
(para estas inclinaciones la bota rígida es lo propio) y
se siente un poco inseguro. Nos damos enseguida cuenta, decidimos
encordarlo y acabamos la canal progresando en seis u ocho largos,
con reuniones intermedias. En estas situaciones el grupo suple las
carencia de cualquiera, y se muestra una vez más la solidaridad
que brota sin pensarlo. (Al final comprendimos que todo esto no
es más que un gesto de solidaridad con Félix, que
a pocos centenares de metros más al oeste también
iba mal con los pinchos... y el bueno de Santi ha querido acompañarlo...)
Cerca de la cota de 2.000 m la ruta gira a la derecha en busca de
la arista. Disfrutamos bastante todo este trayecto. A nuestra espalda
vemos cada vez mejor la Cordillera Cantábrica, con mil bellísimos
picachos. Hablamos con el otro grupo varias veces con las emisoras.
Nos dicen que ya han hecho cumbre y que no nos van a esperar. Lo
entendemos perfectamente y quedamos con ellos en los coches, ya
que entre unas cosas y otras acumulamos un retraso de casi tres
horas.
Narci se desvive por enseñarnos cosas. Mejorar el cramponaje,
la técnica del tercer pie, formas de manejar mejor el piolo,
uso de la cuerda ante la mínima dificultad, reuniones...
Tras un total de 400 m de canal, con inclinaciones entre 40º
y 45º, llegamos a la arista cimera. ¡Qué paisajes
desde aquí! La idea es hacer la arista y llegar a la cumbre
Este. Pero son más de las dos de la tarde y la nieve está
blanda. La arista está realmente peligrosa, así que
con buen criterio decidimos no hacerla. Vemos que vienen bajando
dos montañeros, y ver las dificultades que tienen para progresar
por la inestabilidad de la nieve nos confirma lo acertado de nuestra
decisión. Nos quedamos esperando que desciendan la arista
y lleguen al pequeño hombro que hay delante de nosotros,
por si necesitan nuestra ayuda. Afortunadamente no hace falta y
nos damos media vuelta. Hemos llegado hasta 2.320 m, a sólo
125 de la cumbre. No pasa nada. Lo importante es la seguridad.
La bajada la hacemos por la arista Este, dejando a nuestra izquierda
la canal de subida. Es un terreno divertido, con varios pasos en
que necesitamos ayudarnos con las manos. Como el camino ya es evidente
nos vamos disgregando en pequeños grupos, cada uno a su ritmo.
Fran y Rocío, que se mueven en roca como pez en agua, llegan
al aparcamiento los primeros, poco después de las cinco de
la tarde. Allí los espera el otro grupo. Ha sido una bajada
realmente rápida. Poco a poco llegamos los demás.
Cansados y contentos.
Conclusiones
Fantástico descubrimiento haber encontrado la montaña
palentina. No nos imaginábamos que fuera así. Sin
duda vamos a volver. Otras montañas, como el Pico Murcia,
las Agujas de Cardaño, o el maravilloso Pico Curavacas y
sus corredores nos esperan.
En otro orden de cosas, es más que evidente que a ascensiones
de este estilo no podemos ir todos juntos. Podemos coincidir en
el viaje y en el refugio, pero las rutas se hacen mejor en grupos
reducidos. Mejor y más seguros también. Estar comunicados
con las emisoras permite saber de los otros, y pedir ayuda si fuera
necesario. Lo hemos visto en esta ocasión: el grupo pequeño
ha hecho la ruta completa, con las dos cumbres, con dos corredores,
y acabando en dos horas menos. Todo esto nos enseña para
plantear las próximas actividades HC. Sea en la preciosísima
montaña de Palencia o donde sea.
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