El Dom (4.545 m) es el monte más alto enteramente en Suiza
y séptimo de todos los Alpes. Está situado en el conocidísimo
valle de Matter, casi frontera con Italia. En este área destaca,
al sur del valle, el pueblo de Zermatt, punto de partida para ascender
el Cervino y el Monte Rosa. A mitad del valle, en la vertiente oeste,
está el bellísimo pico Weisshorn y en la vertiente
este está el macizo de Mischabel, con varias cumbres de más
de cuatro mil metros, entre las que destacan el Täschhorn y
el Dom. El punto de partida para ascender estas montañas
es Randa (1.410 m), un típico pueblito suizo de casas de
madera.
Vamos Félix, Paco, Fran, Fer y otros tantos mochilones, llenos
de material de invierno: ropa de abrigo, crampones, piolés,
polainas, guantes, gorro, cuerda, arnés, mosquetones, anillos
de cinta, tornillos de hielo, cordinos y un largo etcétera.
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Randa,
en el valle de Matter
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1 de julio de 2006
El plan original era ir hasta Randa en coche, pero los mil seiscientos
kilómetros que hay desde Madrid se nos hacen un mundo. Usamos
un poco de ese sentido común que aún nos queda y vamos
en avión hasta Ginebra. Allí alquilamos un coche y
en dos horas llegamos a Randa. Cenar y dormir.
2 de julio de 2006
Desayunamos fuerte, llenamos las cantimploras y nos cargamos los
mochilones. ¡Avanti!
Atravesamos Randa dirección norte y tomamos una senda cuesta
arriba desde el principio. Al momento llegamos a un frondoso bosque
de abetos y mil plantas más que cruzamos siguiendo siempre
la empinada vereda. Vamos a buen ritmo. Según subimos empezamos
a ver a nuestra espalda el Weisshorn, que desde el principio nos
encandila. ¡Qué preciosidad! ¿Por dónde
se subirá ese montañón?
A los dos mil y pocos metros acaba el arbolado y cruzamos unas praderas.
Cada bifurcación de la senda está perfectamente indicada
con letreros amarillos. Muy despistado hay que ser para perderse
por aquí. Aproximadamente a los dos mil quinientos metros
llegamos a una abrupta pared que hay que subir trepando. Pero los
suizos tienen todo previsto, y este tramo está perfectamente
equipado con cables a modo de pasamanos, clavijas, peldaños
e incluso dos escaleritas en los puntos sin ningún resalte.
Subir, por tanto, es extremadamente fácil. Sólo hay
que tener un poco de cuidado y agarrarse bien.
Después de la larga trepada volvemos a andar por una senda,
ya sin vegetación, y contemplamos por primera vez el Cervino,
aquí llamado Matterhorn, al suroeste. Su silueta es inconfundible:
una pirámide casi perfecta. Quizá la montaña
más conocida de los Alpes.
Un cuarto de hora más andando y llegamos al refugio Domhütte,
situado estratégicamente en un lugar sin peligro de avalanchas
y con unas vistas de impresión. Hemos tardado tres horas
y cincuenta minutos desde Randa. Detrás del refugio se ve
la cumbre del Dom. Félix comenta: "¿Y hasta allí
pretendéis que subamos?" Pues sí, amigo, pues
sí. Hasta allí arribota.
La llegada al refugio es extraña: salen los guardas (Franz
y Laura) y nos dan la bienvenida con un apretón de manos.
¿Están de broma? ¿Es hoy el día de los
inocentes? ¿Carnaval quizá? Pues no: lo hacen con
todo el mundo y con toda naturalidad. Nos sorprende esta amabilidad
y calor en el recibimiento. Ambos hablan alemán; él
chapurrea el inglés y ella otro tanto de italiano. Conseguimos
entendernos.
El refugio, de 70 plazas, es muy acogedor y está bastante
limpio. Los dormitorios son tres habitaciones con camas corridas.
Los aseos están en unas casetas en el exterior. A pocos metros
de la entrada del refugio hay una especie de abrevadero con una
fuente de agua traída desde el glaciar con una manguera.
Sirve para lavarse, rellenar cantimploras y refrescarse los pies.
Es unisex, al aire libre, sin posibilidad de regular la temperatura
y con estupendas vistas alpinas. Una verdadera envidia para los
cuartos de baño a los que estamos acostumbrados en la gran
ciudad.
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El
refugio Domhütte y el Weisshorn al fondo
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Pasamos la tarde descansando, tomando el sol en la terraza y contemplando
el entorno. El inmenso glaciar Festi está bastante cerca
y vemos cómo del final de la lengua de hielo escurre agua
formando una cascada bastante grande. Es el agua que en esta época
de verano va derritiéndose de todo el glaciar y acaba en
un río. Todo nos admira y encanta.
A las 17:30 Laura nos llama para cenar: sopa juliana, ensalada de
zanahoria y macarrones con queso fundido. Nada de postre. En el
comedor estamos únicamente doce personas, varios grupitos
cada uno de un país. Mezcolanza de idiomas, como si de un
pequeño Babel se tratara. Ultimamos la actividad del día
siguiente y nos vamos a dormir pronto. De lo último que oímos
decir a Franz es: "Tomorrow good weather". Estupendo.
3 de julio de 2006
Día de aclimatación a la altura. Nos lo vamos a tomar
con calma, reservando fuerzas para el día siguiente.
Rápidamente nos damos cuenta de algo curioso: la cascada
de desagüe del glaciar se ha secado. No cae ni una gota. La
explicación es simple: de noche ha helado y no escurre agua.
Seguro que según avanza el día va poco a poco formándose.
Desayunamos a las siete, llenamos las cantimploras y nos dirigimos
al glaciar Festi, al que llegamos tras media hora por una pedrera.
Lo recorremos por el lateral, siempre cuesta arriba. En esta parte
el glaciar no tiene casi rimaya, así que no es peligroso
ir por aquí, casi al lado de la morrena. Vemos que tiene
bastantes grietas, pero no demasiado peligrosas en esta parte.
Y poco a poco, a buen ritmo, llegamos a la cabecera del glaciar,
un inmenso circo donde se va acumulando la nieve en invierno y que
alimenta al río de hielo. Estamos ya a 3.600 metros de altura.
Empieza aquí una trepada hasta el collado Festi. Y, cómo
no, en la parte más delicada los suizos han puesto una magnífica
maroma azul para ayudar a los pobres montañeros que osamos
venir hasta aquí.
El collado, 3.723 m, separa el glaciar Festi del glaciar Hohberg.
Es un lugar con una vistas grandiosas. Decidimos quedarnos un buen
rato, para aclimatarnos bien a la altura. Lo más significativo
es que hay cinco o seis cruces e inscripciones conmemorativas de
montañeros fallecidos por la zona. Esto siempre impresiona,
aunque en este caso el sitio no parece especialmente peligroso (al
menos ahora en verano).
Tras deleitarnos, charlar, beber, comer algo, hacer fotos y vídeo,
decidimos volver al refugio, siguiendo el mismo camino. La nieve
está muy dura y avanzamos muy rápido. Antes de la
una de la tarde ya estamos de vuelta en el refugio. Efectivamente,
la cascada de desagüe del glaciar se ha formado de nuevo y
echa agua a borbotones. Curioso.
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Glaciar
Festi
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Tarde tranquila en la que Franz, el guarda, nos cuenta batallitas
de sus años mozos. Por ejemplo, nos narra que una vez, participando
en un rescate en el Weisshorn, el helicóptero donde iban
tuvo un accidente y estuvo cuatro semanas en coma. Se recuperó
y siguió haciendo cumbres como un campeón.
A las 17:30 la sonriente Laura nos llama a cenar. Sopa juliana,
ensalada de zanahoria y salchicha de Frankfurt con patatas. Nada
de postre. Y si alguien no se acaba lo que tiene en el plato, Laura
se acerca y le obliga a rebañar hasta la última gota.
Una madraza, sabedora que si no comemos bien luego las piernas no
andan. (Todo esto nos sorprende por estar donde estamos.)
Poco a poco el cielo se ha ido cubriendo de nubes, creando un poco
de intranquilidad entre los pocos que estamos preparándonos
para el asalto al Dom al día siguiente. Pero Franz dice sin
parar: "Tomorrow good weather. Tomorrow good weather".
Si él lo dice, nos fiamos.
4 de julio de 2006
A las tres de la madrugada Franz entra en los dormitorios gritando:
"Morgen, morgen". Hora de levantarse. Si el guarda dice
que todos arriba, es que hace bueno para comenzar la ruta. Desyunamos,
llenamos las cantimploras y pasadas las tres y media ya estamos
en marcha.
La cascada tiene agua. En este punto no damos importancia al tema,
pero luego veríamos lo significativo que era.
Andamos por la pedrera de ayer, con los frontales encendidos y muy
bien guiados por Paco. Llegamos al glaciar Festi y empezamos a recorrerlo
hacia arriba. Sensación extraña esta de ir por el
glaciar de noche. A mitad del recorrido Félix tiene un pequeño
traspié y se le cae un bastón, que va a perderse en
una grieta oscura. ¡Glub!
Llegamos a la cabecera del glaciar con las primeras luces. Por delante
de nosotros van otras dos cordadas: una de tres franceses y otra
de tres alemanes. Tanto unos como otros habían salido antes
que nosotros del refugio (somos unos tardones). En la pedrera habíamos
adelantado a los alemanes, pero éstos nos dieron la pasada
por el glaciar. (Al alcanzarnos decían "Ale, ale",
que traducido significa "Quitad de enmedio, idiotas, que sois
unos lentos".) Trepamos al collado Festi igual que ayer -no
se han llevado las maromas- y luego destrepamos por el otro lado,
norte, para bajar al glaciar Hohberg.
La nieve del Hohberg está bastante más blanda y decidimos
encordarnos y avanzar en ensamble. Siguiendo las pautas recibidas
en los cursos, ponemos a los más pesados (de báscula,
no de pesadez) delante, es decir, Fran y Paco. Los delgaduchos,
Félix y Fer, van detrás. Avance lento - los franceses
y alemanes nos van tomando ventaja- siguiendo la huella, muy marcada
en este glaciar. Hace un día espléndido y ya empezamos
a intuir que a la vuelta esta nieve estaría complicada.
Rampas y rampas, cuestas y más cuestas. Se hace durillo subir
tanto. Notamos un poco la falta de oxígeno, pero en ningún
momento tenemos síntomas de mal de altura. Félix pregunta
sin cesar:
- ¿Vais cansados?
- Ya te hemos dicho que sí -respondemos.
- Me alegro -replica-. Me alegro de no ser el único.
(¡Será cabrito!)
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Cruz
en la cumbre del Dom
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Y al fin llegamos a la cumbre del Dom, 4.545 m, tras casi siete
horas desde de dejamos el refugio. ¡Contentísimos!
Los panoramas son espectaculares. Picachos, glaciares, valles y
alguna nube, todo a nuestros pies. Fotos, vídeo, sonrisas.
En la cumbre, en la que no falta una bonita cruz, se está
de miedo, pero no estamos ni diez minutos. Paco insiste e insiste
en que la bajada va a ser difícil y que no podemos perder
la concentración ni un instante.
Bajamos por donde habíamos subido, pero ahora van Félix
y Fer delante y Paco y Fran detrás. En la primera parte de
la bajada, hasta más o menos los cuatro mil metros de altura,
la nieve está aún dura. Pero según perdemos
altura empezamos a hundirnos más y más. Cada cinco
pasos hay uno en que nos metemos hasta la rodilla. Cada diez, uno
en que nos metemos hasta la ingle.
El principal peligro al cruzar un glaciar que está cubierto
de nieve, como este Hohberg, es que ésta puede tapar las
grietas del hielo, formando puentes. Cuando está dura se
camina por encima sin problema, pero cuando está blanda los
puentes no resisten el peso y uno puede caer en una grieta. Por
esto se va encordado, con bastantes metros de cuerda entre montañeros
-entre diez y quince-, con la cuerda más bien tensa. Así,
si uno cae, los demás notan el tirón enseguida y reaccionan
para detener la caída y posteriormente ayudar a salir del
agujero.
Y eso es exactamente lo que nos ocurrió. A la altura aproximada
de tres mil setecientos metros, antes del collado Festi, Fran cae
en una grieta, quedando en una posición que no le permite
salir por sí solo. Va el cuarto de la cordada, y al parecer
el puente de nieve que había soportado el peso de los tres
primeros cede cuando es él quien lo pisa. Paco, que va tercero,
clava el piolé en vertical y detiene la caída. Al
momento se acercan Fer y Félix. Piolé horizontal para
hacer un seguro, con un anillo de cinta y nudo Alondra y un cordino
con un nudo Machard a la cuerda. Hacemos la transferencia de fuerzas
y Paco se consigue soltar. Otro piolé horizontal con su anillo
de cinta y Machard para hacer el seguro más resistente. Decidimos
hacer una polea doble, con dos mosquetones. Pasamos la cuerda por
un mosquetón y se lo damos a Fran, asegurados a su vez con
otro Machard. Fran pasa el mosquetón por el anillo del arnés;
ya tenemos una polea. Pasamos la cuerda por otro mosquetón
para hacer la segunda y vemos que tiene un nudo. ¡Maldición!
¿Qué hace este nudo aquí? Estaba limpia, carajo.
¿Desmontamos todo para deshacer el nudo o lo intentamos sólo
con una polea? Optamos por lo segundo, al ser tres para tirar. ¡Con
fuerza! ¡¡Aúpa!! Tironazo y Fran sale de la grieta.
¡Qué alegría!
No es el momento de pararnos a pensar si lo hemos hecho bien o mal.
Eso lo analizaremos luego en el refu. Ahora hay que desmontar el
chiringuito, volver a encordarnos y seguir bajando, que aún
queda mucho. El subidón de adrenalina ha sido considerable.
Salvamos sin mucha dificultad la trepada y destrepe del collado
Festi y empezamos a recorrer los cuatro o cinco kilómetros
del glaciar. ¡Qué diferente está a como lo tuvimos
ayer! Blando, blando. Nos hundimos cada dos por tres, varias veces
hasta la cintura, pero en todas salimos de los agujeros sin ayuda
de los demás. Vamos muy tensos, y esto se nota incluso en
la forma de hablarnos unos a otros.
Sólo respiramos tranquilos y nos relajamos cuando salimos
del glaciar y pisamos piedra. Alguien exclama: "Tierra firme".
¡Uff! Recorremos cansinamente la pedrera y llegamos al refugio
a las cinco menos cuarto de la tarde. Rendidos. Nos quitamos las
botas, nos refrescamos los pies, bebemos lo que pillamos, estiramos
un poco los músculos y esperamos la hora de la cena. ¡Qué
experiencia! Ha sido realmente duro, pero en el fondo estamos exultantes
de gozo. Lo hemos conseguido.
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Otra vez sopa juliana y ensalada de zanahoria. ¡Qué
pesados! Luego espaguetis con tomate. Nada de postre. Ahora sí
que llega el momento de ir comentando toda la jornada. La subidona,
la cumbre y las grietas son los puntos por los que gira todo. Y
la cascada de agua, que ahora comprendemos: como anoche estuvo nublado
no llegó a helar, la cascada no dejó de drenar agua
de madrugada, la nieve no llegó a ponerse dura del todo,
y la ruta se ha hecho más difícil y peligrosa de lo
esperado. La cascada nos lo estaba indicando, pero no lo supimos
interpretar.
Hablamos de las poleas, los Machard, los piolés horizontales,
la longitud de la cuerda que hemos llevado, mil cosas. Ha sido toda
una experiencia de la que hemos aprendido un montón. Y además
nos llevamos la cumbre en el morral.
Tras la cena, Laura nos dice que leamos el libro de firmas y nos
insiste en que pongamos nuestro comentario también. Hay notas
en todos los idiomas, de los distintos montañeros que han
pasado por aquí. Leemos las que están en castellano,
inglés e italiano. Algunas son verdaderamente ocurrentes.
La que más gracia nos hace es de unos salmantinos que escriben:
"Hoy hemos subido el Dom y estamos considerando seriamente
cambiar de deporte: ping-pong, petanca o, como mucho, voley-playa."
Simpáticos los chicos. La verdad es que con las piernas rotas
y el cuerpo dolorido dan ganas de dedicarse a otra cosa... pero
seguro que mañana vemos todo de otro color.
Mandamos unos SMS a la familia y amigos HC informando de nuestra
pequeña proeza y nos vamos a dormir pronto. Tenemos bien
merecido el descanso.
5 de julio de 2006
Ni siquiera oímos el "Morgen, morgen" que seguro
Franz gritó a las tres de la madrugada. Nosotros estamos
completamente sopa. Desayunamos a las siete, recogemos todo, nos
despedimos de los guardas y bajamos por la misma senda que habíamos
recorrido días antes. En dos horas y cuarenta minutos estamos
en Randa. Vamos en coche al hotel, donde una reconfortante ducha
nos espera.
Tenemos unas horas libre y decidimos visitar el cercano Zermatt,
conocido pueblo en el extremo sur del valle. Precioso. Desde esta
localidad el Cervino se ve mucho más cerca e imponente. Cogemos
uno de los teleféricos de la zona y tenemos una estupenda
visión del Monte Rosa y el Breihorn. Nuestra cabeza ya empieza
a pensar en futuras rutas.
Volvemos al hotel donde cenamos por todo lo alto. Larga charla hasta
que el sueño nos vence.
6 de julio de 2006
Madrugamos y vamos a Ginebra, donde devolvemos el coche que habíamos
alquilado. Compramos los típicos quesos y chocolates suizos,
ñam-ñam, y volamos a Madrid. Auf Wiedersehen, Suiza.
Conclusiones
No es difícil sacar algunas conclusiones tras unos días
tan intensos. Las rutas en los Alpes incluyen casi siempre cruzar
glaciares, por lo que es imprescindible conocer bien las técnicas
de progresión en ese medio así como las de rescate
de grietas. Las más de las veces no pasa nada, pero si hay
un incidente es necesario saber salir airoso. Necesitamos tener
muy claro qué material llevar y cómo utilizarlo en
cada caso.
La caída de Fran en la grieta nos ayuda a dar aún
más importancia a todo esto. Además nos hace ver que
no estamos desencaminados: hicimos lo que teníamos que hacer,
y en un tiempo corto -en diez minutos ya estaba fuera-. Hace falta
afianzar estos conocimientos e incluso hacer alguna práctica
adicional.
Una correcta preparación física también es
fundamental para abordar estas rutas con tanto desnivel. Todo lo
trabajado en los meses previos (correr, bici, gimnasio, salidas
al monte...) ha dado su fruto. Es necesario ir sobrado, con margen,
para que no haya problemas si surgen imprevistos.
Ir en avión hasta Ginebra ha sido otro de los aciertos de
este viaje. Por poco dinero más nos hemos ahorrado un buen
palizón a la ida y otro a la vuelta. (Y si otro año
lo preparamos con más tiempo, podemos encontrar vuelos aún
más baratos.)
Como resumen: hemos vuelto todos felicísimos; estas montañotas
suizas nos han encantado. ¡Habrá que volver a patearlas!
Algunos datos de interés
Precio del refugio Domhütte: 53 francos suizos (39 eur) por
noche y por persona, con cena y desayuno
Tiempo estimado Randa - Domhütte: 4-5 h (nosotros lo hacemos
en 3:50)
Tiempo estimado Domhütte - Dom: 6-7 h (nosotros lo hacemos
en 6:50)
Tiempo estimado Dom - Domhütte: 4-5 h (nosotros lo hacemos
en 6:15)
Tiempo estimado Domhütte - Randa: 3-3:30 h (nosotros lo hacemos
en 2:40)
Información de la zona: www.zermatt.ch
Web del refugio: www.domhuette.ch
Hotel donde hemos estado hospedados: www.mattsand.com
(recomendado)
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